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La actual clase política

    EL panorama actual que presenta, a nivel mundial, la política de los países que conforman lo que se viene en llamar civilización occidental, con muy contadas excepciones, que las hay por fortuna, viene a denunciar, sin embargo, un notable decaimiento en la categoría personal y política de los líderes que, en la actualidad, gobiernan esa parte del mundo. Un mero repaso a la nómina de quienes protagonizan el poder político en los países que la componen pone de relieve una carencia de autoridad moral y de peso específico que hace tambalear la tranquilidad y seguridad de la ciudadanía. En definitiva, no son los mejores ni los mejor preparados quienes están al frente de los destinos de la humanidad en el momento presente.

    Por lo que hace a nuestro país, a España, desde la implantación de la democracia tras la muerte de Franco –cuyo régimen dictatorial impidió, de por sí, el despliegue de figuras políticas– se viene advirtiendo en los últimos tiempos un deterioro alarmante en la solvencia de nuestra clase política lo que, en modo alguno, ha de confundirse con el necesario relevo generacional que no tiene por qué conllevar una disminución del prestigio y de la autoridad de las personas que son llamadas al Gobierno de la nación.

    El panorama que presenta la vida política de España en estos momentos viene a resultar realmente preocupante, máxime en la difícil coyuntura social, económica y laboral por la que atraviesa el país en la actualidad a causa de la pandemia del coronavirus.

    Si se repasa la nómina de políticos de todo signo ideológico que desde la Transición del año 1976 y hasta el momento presente han venido dirigiendo a este país, sin el menor atisbo de apasionamiento, se advierte, con claridad y salvo excepciones muy honrosas pero contadas, que en los últimos tiempos se ha venido produciendo una manifiesta línea descendente en lo que a prestigio y personalidad se refiere.

    Y no cabe argumentar que cada época viene a definirse por sus propias características dentro del contexto socio-político que le corresponde, ya que la preparación humana, cultural y política es algo imprescindible para el buen desarrollo de la gobernación de un país y parece que debiera ser más asequible en los avanzados tiempos por los que se transita.

    Se advierte, con bastante claridad, la concurrencia de unos liderazgos débiles y poco atractivos que no suscitan interés ni entusiasmo en la ciudadanía y, por otra parte, que quienes podrían ejercer con mayor peso y autoridad la responsabilidad de dirección política del país se muestran remisos a la hora de asumir ese cometido.

    Y no se trata de incidir en el sentimiento al que, tal vez, seamos proclives quienes tenemos ya nuestra edad y hasta puede que carezcamos de la adecuada legitimación personal para expresarlo, de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No, lo que se advierte y comprueba a diario, desde una perspectiva puramente objetiva, es que este país, con o sin pandemia, no parece que vaya a ser capaz de superar los retos del momento presente y que se está incurriendo, por otra parte, en derivas altamente arriesgadas que no se sabe muy bien a donde pueden arrastrarnos.

    La reciente retirada de la vida pública española de los dirigentes de algunos de los partidos que la conforman debiera suscitar una serena reflexión en el ámbito de nuestra clase política.

    22 may 2021 / 01:00
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