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La brecha

    HAY muchos tipos de brechas. Por citar algunas: las personales, las interpersonales, las laborales, las salariales, las de género, las diplomáticas, las ecológicas... Y seguramente podría seguir hasta el infinito y más allá. Porque todo lo que es o parece compacto se puede rasgar.

    Seguramente la palabra brecha tiene menor dramatismo que la palabra herida. Y ya se sabe. En este contexto en el que tanto nos gusta tirar de psicología positiva para maquillar la realidad, restar importancia a las cosas casi siempre parece lo políticamente correcto. Sin embargo, esta actitud evita suturar muchas urgencias que necesitan puntos. La cristalmina, por desgracia, no lo cicatriza todo. Así que: ¡Cuidado con las terapias que aplicamos!

    Así las cosas, la brecha entre Argelia y España corre el riesgo de desangrar nuestra economía. Y por más que el anestesista Albares recurra a la cirujana Von der Leyen para zurcir la herida, la mala praxis diplomática es una gangrena de difícil cura. Marruecos ya dejó ver síntomas de infección internacional hace un año. Y cuando las heridas se cierran en falso, como sucedió al decapitar a Laya, los agentes infecciosos latentes suelen permanecer al acecho esperando su mejor momento para reabrir la herida con más virulencia y mayor grado de infección, si cabe.

    Si le preguntan al CIS, es probable que tamaña septicemia no llegue a rango de irritación. Pero cuando las brechas dejan heridas que duelen... ¿Qué se lo pregunten el domingo por la noche a Juan Espadas? Y es que, seguramente décadas de corrupción en Andalucía, allanarán el camino de Moreno Bonilla para perpetuarse en San Telmo como único principio activo capaz de secar la herida de los ERTE. ¿Con o sin coadyudantes? Seguramente esa es la única duda. Y aunque mal de todos, consuelo de “algunos”, será por brechas...

    Está la brecha ideológica entre la derecha y la izquierda, que de bordes angostos ha pasado a tensarse todavía más por los extremos; la brecha laboral entre los que queriendo trabajar no encuentran dónde y los que teniendo dónde no quieren trabajar. La brecha salarial de género. La brecha entre lo que se estudia y lo que se necesitan las empresas. La brecha entre lo que es ecológico y lo que se quiere que lo sea.

    Menos mal que siempre nos quedará Obama para poner luz allá por Málaga. Aunque queda claro que, al lado de nuestro presidente, la brecha de belleza es cada vez una falla. A ver si no acaba por erosionar...

    16 jun 2022 / 01:00
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