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La buena, la mala y la fea

    LA inflación ha pasado de ser algo del pasado, a entrar en la conversación de manera abrupta, copando titulares y debates en medios y también en la calle. En el mes de octubre se registró la mayor variación anual del IPC desde 1992, siendo del 5,4%, del 1,4% si no tenemos en cuenta los componentes más volátiles, es decir, energía y alimentos. ¿Hasta qué punto debemos estar preocupados?

    Hace unos días, Fabio Panetta, economista italiano y miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, realizó un discurso explicando los tipos de inflación existentes. A su juicio existirían tres: la buena, la mala y la fea.

    La buena sería aquella derivada de aumentos de la demanda que llevan a la oferta a alcanzar su potencial productivo, por lo que los aumentos de los precios y de los salarios, derivados del mayor gasto, crecen a ritmos de las ganancias de productividad. La mala se produce cuando existen shocks en la oferta que generan aumentos en los precios sin necesidad de que nuestra demanda haya variado de manera significativa. Finalmente, la fea se da a partir de alguna de las otras dos cuando existen expectativas de inflación que alimentan una espiral de alzas de salarios y costes sin fundamento.

    De acuerdo con Panetta, actualmente en la eurozona domina la inflación mala. En concreto, existen factores de base debido a que las tasas de crecimiento están ancladas al año precedente, y 2020 fue un año excepcional, por lo que en 2022 este efecto debería ser neutralizado, a menos parcialmente. El otro componente principal es el aumento de los costes energéticos, el cual explica el 80% del total del aumento de los precios.

    El problema viene de que estamos “importando” la inflación buena de otros países como Estados Unidos, en donde se está produciendo aumentos en la demanda, a diferencia de lo que sucede en Europa. Como resultado, tenemos cuellos de botella en materias primas ya que las cadenas de suministro y el nivel de los inventarios aún no se han recuperado, además de las tensiones en el sector energético. En principio, estos factores son de carácter temporal, aunque también existen otros de mayor alcance temporal, como la transición energética o la reestructuración de distintos mercados.

    Esto significa que no debemos precipitarnos a la hora de tomar medidas drásticas que frenen la recuperación. Pero esto tampoco debe ser una invitación a incrementar todavía más el gasto y la liquidez, ya que, si la oferta no tiene capacidad en el corto plazo para absorber nueva demanda, el ajuste se producirá vía precios. Si a nivel micro familias y empresas tienen dificultades para tolerar la mala inflación, los nuevos estímulos podrían insuflar mayores expectativas de precios más altos.

    En definitiva, la mala inflación puede convertirse en fea si los gobiernos e instituciones monetarias solo piensan en el corto plazo.

    28 nov 2021 / 01:00
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