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La carestía de la vida

    LA subida de los precios está adquiriendo tal dimensión que en vísperas de Navidad ya golpea y empobrece a millones de ciudadanos, el último eslabón perjudicado por esta escalada alcista.

    Detrás de la carestía de la vida están los precios de la luz, los combustibles y el transporte; las materias primas de la industria y la agricultura; el desabastecimiento de componentes necesarios para los procesos productivos; el coste de los fletes y otros factores, consecuencias de la crisis pandémica y de intereses geoestratégicos que escapan al control de los ciudadanos.

    El hecho cierto es que la inflación del 5,6 por ciento –y subiendo–, además de las implicaciones macroeconómicas, golpea de forma inmisericorde a los hogares, de manera especial a las rentas más bajas que son la gran mayoría que van a diario a la compra y llevan menos productos para sus casas por el mismo dinero de hace unas semanas. Sumen a lo anterior la subida de todos los impuestos y el panorama es desolador.

    Los expertos presagian tiempos peores porque las reformas que exige Europa no se acometen con diligencia y los fondos Next Generation no llegan; la pandemia rebrota con fuerza y ralentizará –o paralizará– la actividad económica y el crecimiento y es previsible un aumento del paro y la caída del consumo. Mientras, el gasto público sigue creciendo con cargo a la deuda y al déficit –nadie en el Gobierno habla de su reducción– que acabaremos pagando todos con recortes severos, que vendrán.

    Esta línea alcista de la inflación lleva la resignación a las familias y se manifiesta en creciente malestar social con protestas de empresarios y autónomos del transporte, la agricultura y de muchos otros sectores que se sienten huérfanos y abandonados por una clara falta de apoyo de los sindicatos mayoritarios y de liderazgo del Gobierno y la oposición que están en otra onda.

    Los sindicatos están entregados a la causa del Gobierno, participan del “España va mejor” del presidente, que anda ocupado en derogaciones varias y acabar con la Transición enmendando la ley de Memoria Democrática que, Bolaños dixit, “no cambia nada respecto a la situación actual”. Deberían salir a la calle, donde está la España real de las personas que viven con mucha dificultad o en situación de pobreza permanente.

    Por su parte, la oposición mayoritaria está enredada con intrigas internas que le restan credibilidad y fuerza para presentarse como una alternativa sólida y creíble frente a las incompetencias y veleidades del Gobierno.

    En fin, que ellos van a lo suyo. A mantener privilegios y el poder unos y a conquistarlo otros, pero unos y otros parece insensibles a la incertidumbre y a tantas penurias que sufre la gente.

    01 dic 2021 / 01:00
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