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La crisis de la cultura es algo más que un asunto económico

    ENFOCAR hacia el ámbito de la cultura es fijar la mirada en un crisol de espacios multidisciplinares, en realidades diferentes y específicas. Artes escénicas, cine, libro, música, bellas artes, audiovisual, tauromaquia... todo tipo de industrias, incluso la de la producción y desarrollo de videojuegos, se han visto afectadas por la crisis provocada por el covid-19. No hay distinciones en el daño, que afecta a estructuras empresariales estables o a trabajadores por cuenta propia. “No debemos dejar a nadie atrás”, dijo antes del verano el ministro Rodríguez Uribes. Pero en el tren de la llamada nueva normalidad el vagón de la cultura ha descarrilado nada más partir.

    Todas esas realidades tienen un denominador común: para que se pueda llevar a cabo cualquier manifestación cultural debe haber, de una u otra manera, un público al que llegar. La cultura sólo se entiende si se comparte y es ahí donde más golpea esta crisis sanitaria que nos aleja físicamente de las personas. Las diferentes industrias culturales sufrirán mientras no podamos juntarnos. Por eso es preciso articular soluciones y no esquivarlas. “Primero va la vida y luego el cine”, llegó a decir en plena tormenta el ministro, que debía de ejercer de capitán de la nave.

    La vida es algo más que abrir el paraguas y esperar a que pase el chaparrón. Los trabajadores del sector de la cultura necesitan soluciones y quienes consumimos cultura les necesitamos a ellos. La facturación en el sector ha caído en un 90 %, las pérdidas se cifran en miles de millones de euros.

    Desde el Grupo Parlamentario Popular en el Senado, con nuestra labor en la comisión de cultura en la que tengo el honor y la responsabilidad de ser portavoz, llevamos reclamando desde hace meses medidas inmediatas. Hay que reaccionar ya. El sector, que genera 700.000 empleos directos y aporta casi el 5 % del PIB nacional, no aguanta más y precisa soluciones concretas a problemas específicos

    Lo que se ha hecho hasta ahora no llega. No es suficiente. Muchos de esos trabajadores llevan parados casi ocho meses, sin poder optar a las tibias ayudas estipuladas porque su labor es estacional e intermitente y no cotizan de manera continuada. Empezar a entender su problemática es comenzar a ayudarles. El apoyo no debe llegar sin escuchar. Por eso es imprescindible abrir una mesa de negociación en la que estén presentes todos los agentes del sector.

    Vamos a vivir un tiempo más con la pandemia. Es preciso adoptar medidas que propicien que se reactiven las agendas culturales, se facilite el acceso a prestaciones y haya facilidades, incentivos fiscales, moratorias en créditos o deducciones en cuotas fijas mientras los ingresos no regresen a los niveles anteriores a marzo.

    Hablamos de ayudas, sí, pero sobre to-
    do de generar herramientas que combatan la precariedad y eviten un desplome catastrófico. Porque no estamos sólo ante un asunto económico. Para que la rueda de la cultura gire es preciso tener detrás un ca-pital humano que, sin presente ni futuro, buscará trabajo en otros sectores. No podemos perder ese talento.

    02 nov 2020 / 00:00
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