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La crisis liberal

    La metáfora izquierda-derecha oculta ya más de lo que revela y por ello es más del gusto de quienes disparan al bulto, que de los que apuntan, que prefieren hablar de gestión competente, de libertades... Hechos. La metáfora inspira sin embargo gran confianza en muchos españoles administrados con rigor contable desde Bruselas en férreas disciplinas económicas y políticas comunitarias. Aunque en Europa no se permitan ya groseras faltas de ortografía política, la polaridad se vive aún con intensidad aquí por cuanto se le asocian graves cuestiones como la concepción del Estado.

    Además, la metáfora arrastra lo que queda de las dos interpretaciones secularmente contrapuestas del mundo que llegaron luego a converger en gran parte en una modernidad compuesta de valores compartidos: una corriente dominante que representaba el conservadurismo tradicional y otra subalterna más abierta y crítica con el mainstream del Occidente cristiano en el evolucionar de ciencias, técnicas y pensamiento. De una corriente crítica se esperaría hoy la rehumanización de la sociedad técnica, que vigile a los vigilantes informáticos que cita S. Zuboff (La era del capitalismo de la vigilancia) o poner coto a la destrucción de la naturaleza y al declive del sentido humanista de la vida que promueve la lógica utilitarista y productivista.

    En todo caso, desde los radicales franceses y aparición del comunismo soviético la vieja heterodoxia dejó de aparecer como más abierta y democratizadora al convertirse ella misma en una fanática ortodoxia mientras la tradicional evolucionaba a un perfil más abierto y tolerante. De la metáfora queda la división entre mundos más liberales, abiertos y críticos, y otros más proclives a concentrar todo el poder, cerrados y opacos, que a menudo se dicen de izquierda.

    Tras el intento de salvar el viejo orden histórico por religiones secularizadas, doctrinas civiles basadas en viejas jerarquías sagradas de raza, autoridad, clase o fuerza (Alemania, Italia, URSS...), o por una nostálgica evocación del Antiguo Régimen (España, Portugal), nacerá en Europa una cultura compartida al mancomunarse derechos y principios democratizadores después de 1945 y los años 60.

    Pero 75 años después sigue en pie un muro que ya no pasa por Berlín sino por países como éste donde la convergencia en una cultura común fue lenta e incompleta, con derecha muy conservadora, izquierda demasiado tosca y nacionalismos poco respetuosos con sus propios ciudadanos no correligionarios. Países menos modernos en suma donde la crisis liberal es más evidente.

    22 dic 2020 / 01:00
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