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La cultura merece un rescate

    RESULTA complicado entender nuestro mundo sin actividad o eventos culturales, sin libros ni música, cine o series de televisión. Lo percibimos durante el confinamiento, cuando la producción del sector rescató de alguna manera a los ciudadanos y nos ayudó a pasar aquel duro trance. Entonces ya era evidente que la crisis sanitaria les abocaba a un incierto futuro y el paso de los meses lo ha confirmado. En una situación límite, empresarios, empleados y trabajadores del ámbito cultural se movilizan ahora para solicitar medidas urgentes que den continuidad a todo el tejido laboral y social que representan. La unidad de acción es excepcional, pero denota que estamos ante un momento crítico: es preciso un rescate para nuestra cultura porque además es marca España.

    La crisis del coronavirus llegó envuelta en un contrasentido. Justo cuando más cultura se consumía fue cuando más empezó a sufrir el sector, cuando se cerraron platós, teatros, se aplazaron grabaciones o discográficas, productoras y editoriales debieron reajustar proyectos; cuando las galerías de arte debieron aplazar programaciones o cuando tantos eventos, conciertos y verbenas veraniegas se redujeron al mínimo o simplemente se borraron del calendario.

    La naturaleza del empleo en un sector fuertemente estacional propició que cuando llegó el estado de alarma muchos trabajadores no estuviesen dados de alta en el sistema de la seguridad social. Y las ayudas genéricas no atendían a las particularidades del sector. El riesgo a corto y medio plazo es evidente para la producción cultural porque muchos trabajadores de larga experiencia y gran talla profesional han tenido que abandonar la actividad y derivarse hacia otras labores.

    Nuestra cultura, ese patrimonio que ayuda a formarnos e ilustrarnos y que nos genera bienestar y felicidad, está en grave riesgo. La situación requiere un abordaje inmediato por parte no sólo de quienes tenemos la responsabilidad de legislar, sino sobre todo por aquellos que poseen la de gobernar. Las soluciones deben de llegar desde la sensibilidad con las peculiaridades del sector y, sobre todo, con una perspectiva transversal porque atañe no solo a quienes tienen las competencias en Cultura, sino también a quienes se ocupan de las de Trabajo, Economía o Industria. Los protocolos de seguridad deben diseñarse y activarse para que los eventos dependientes de la Administración se adapten a este nuevo escenario. La cultura es necesaria y también debe ser segura.

    En las últimas semanas gracias a mi labor en la comisión de cultura del Senado he podido charlar con diversos actores de esta película que nunca esperé ver. La posibilidad de un colapso es evidente, percibo grandes dificultades, pero también opciones de un final menos abrupto. Hay unidad entre los diversos representantes de las industrias culturales y tienen claro hacia donde hay que ir y con que medidas profesionales, laborales o tributarias. No podemos dejar de escucharles.

    24 sep 2020 / 00:19
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