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La Europa penitente

    EL sueño de eurófobos y euroescépticos se va haciendo realidad. En los últimos meses, e incluso años, hemos ido comprobando cómo la desconfianza interna se afianzaba, al tiempo que la inquina de los foráneos se justificaba. Son cinco los motivos principales, que se corresponden con cinco etapas bien diferenciadas, a la vez que concatenadas.

    Primero fue la insolidaridad y la falta de respuesta equitativa entre los miembros de la Unión Europea a la hora de implementar medidas eficaces y no lesivas frente a la crisis económica y financiera de 2008. Luego vino el terremoto generado por el irresponsable e indeseado brexit. Más tarde hemos constatado la falta de una respuesta homogénea y planificada a la crisis sanitaria ocasionada por la pandemia de la covid-19.

    Tras ello pudimos comprobar las dificultades para que el Consejo Europeo, y sobre todo el Parlamento Europeo y la Comisión Europea, llegasen a un acuerdo destinado a fomentar y diseñar el Plan de Recuperación para Europa Next Generation EU. Y ahora vemos cómo una nueva crisis política amenaza con paralizar la distribución del Fondo de Recuperación debido al ataque indisimulado que sufren las instituciones y el Estado de Derecho en varios países europeos, con España a la cabeza siguiendo los pasos de Hungría y Polonia, y alentando a otros socios como Rumanía o Bulgaria.

    Así las cosas, el propio presupuesto plurianual de la UE para 2021-2027 se tambalea. Y lo que es todavía peor: los valores democráticos y sociales que sustentaban el proyecto común se pervierten hasta extremos inimaginables hace apenas una década.

    Los detractores de la UE, especialmente aquellos países menos democráticos y menos solventes de América Latina, así como las grandes potencias competidoras de Asia y Eurasia se frotan las manos, y encuentran motivos para justificar sus regímenes imperfectos ante su ciudadanía, así como vías para extender sus tentáculos ideológicos, políticos y económicos por un contexto europeo que, hasta hace poco, constituía la reserva de los valores humanos y sociales de Occidente.

    Como vemos, los extremos se tocan; y los posicionamientos más conservadores, proteccionistas y aislacionistas coinciden y se entrecruzan con los peligrosos y antidemocráticos idearios perseguidos por los nostálgicos de una izquierda radical conformada por populistas, comunistas y neomarxistas.

    No hay más que ver el modo indisimulado en que hoy se atenta contra la separación de poderes, se descabeza a las fuerzas y cuerpos de seguridad, se burlan los preceptos constitucionales, se violan los derechos fundamentales, y se pretende controlar los medios de comunicación y el poder judicial, para constatarlo. El objetivo es denigrar o intervenir las instituciones estatales y europeas, como paso previo al derribo de la democracia y a la implantación de regímenes extremistas y dictatoriales. La Historia lo demuestra.

    19 oct 2020 / 00:00
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