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La felicidad

    NO has tenido un buen día y parece que todo se ha torcido. No te preocupes es algo normal, a pesar de que en nuestro mundo parece que estamos obligados a ser siempre felices, como si la vida fuese una continua fiesta. Decía François de la Rochefoucauld que “Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo”. Si preguntásemos a los que nos rodean, si son felices, ¿qué nos contestarían? Tal vez que no, o al menos eso es lo dice el estudio Global Happiness 2020, que expone que solo el 38% de los españoles afirma serlo.

    Las redes sociales son el lugar en el que más se sobrevalora la “felicidad”, convertida en un commodity y en una obsesión como si fuese algo que se puede conseguir a voluntad. Nos bombardean constantemente con una perfección que no existe: debes ser feliz y por eso debes tener este cuerpo, este peso, este aspecto.

    Según la plataforma Empantallados y GAD3, ocho de cada diez padres reconocen que para sus hijos es imprescindible estar en las redes sociales para sentirse integrados, o lo que es lo mismo, aceptados por la sociedad en virtud de la moda, los viajes, las experiencias.

    La pérdida de vínculos personales o la distorsión de la realidad son algunas de las consecuencias de buscar esa “felicidad” (aceptación social) en forma de likes o comentarios. Es lo que investigadores de la Universidad de California definen como “felicidad contagiosa” y que hace referencia a lo que sentimos cuando percibimos la alegría o el bienestar de los otros a través de una fotografía o una publicación, animándonos a subir un contenido similar para demostrar que también nosotros somos felices.

    Este postureo presiona sobre todo a los jóvenes, a los que hace pensar que su misión en la vida es alcanzar esa “felicidad”, obligándoles a aparentar que todo va bien. ¿Pero qué pasa con los que no cuentan con las posibilidades o los recursos para hacerlo posible? Pues la respuesta es sencilla: la exclusión. El año pasado el digital The Intercept hacía públicas normas internas de la plataforma TikTok que pedían a sus moderadores que penalizaran a los usuarios considerados “pobres, gordos, feos o que mostraran alguna discapacidad”, así como la omisión de vídeos que reproduzcan “decoraciones poco respetables, grietas en paredes, pobreza rural y barriadas”, por dificultar el objetivo principal de atraer nuevos usuarios.

    No deberíamos olvidar que las mejores cosas de la vida no se pueden captar en una foto. Lo que sentimos al recibir un abrazo, o como late nuestro corazón al estar con alguien a quien amamos, no se ve en una foto y no hay like que reemplace ese sentimiento. Dudo además que compense convertirse en una fachada que alimente una vida virtual falsa con una vida real vacía.

    16 sep 2021 / 01:00
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