Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

La felicidad es la ausencia de miedo

    “La Felicidad es la ausencia de miedo, punto.” o “La infelicidad mantenida genera más infelicidad que perseguir la Felicidad soñada”. Fin del artículo.

    Este podría ser el artículo de opinión más corto de la historia, pero no lo va a ser, ¿por qué? Por mi miedo al ridículo, al qué dirán, a ser despedido, a no ser publicado, a que nadie me comprenda, a que a nadie le gusten ni mi atrevimiento ni mi descaro. Así que trataré de explicarme. Desde que nacemos se nos somete, además de por las personas que más nos quieren y en las que por eso mismo confiamos, por todo el entorno a un alienante: “eso no se puede, eso no se debe, eso no se hace, nadie hace eso, eso no le va a gustar a nadie, mira a tu hermano, mira a tu primo, mira a tus compañeros, mira a tu mamá, mira a tu papá, vivimos en sociedad y si haces eso no te querrán, si dices eso no te entenderán, si te comportas así estarás solo... y así un sinfín de ejemplos de cómo se coarta nuestra libertad, nuestra iniciativa, nuestra creatividad, nuestro pensamiento crítico, nuestra autonomía, nuestra unicidad... y nos vamos convirtiendo en unos seres uniformados de estilo de vida, de pensamiento, de conducta. Tanto es así, que vamos desarrollando miedos que nos acompañarán el resto de nuestra vida, manteniéndonos dentro de los márgenes del corsé que nos han ido poniendo y cuyas cintas hemos permitido que vayan tensando hasta el punto de que “YA NO PODEMOS RESPIRAR MÁS”. Y hemos creído que vivir conteniendo la respiración es lo normal, lo sano, lo correcto, lo admisible y peor aún, lo único posible. Así, vamos por la vida millones de personas sin poder respirar, sin levantar la cabeza del suelo, y sin atrevernos a hacer nada diferente, nada distinto, sin atrevernos a romper las cintas de es corsé que nos oprime pero que llevamos tanto tiempo puesto, que nos da miedo siquiera intentarlo.

    Hay dos ejemplos que ilustran muy bien cómo funciona este mecanismo. Uno de ellos explica cómo se impide que un elefante se escape, estando tan solo amarrado a una pequeña estaca clavada al suelo. Cuando el elefante es bebé y por lo tanto tiene muy poca fuerza, se le ata una pata a esa estaca y obviamente aunque tire, no puede arrancarla. Pues bien, una vez fijado es concepto de “estaca igual a inmovilidad”, da igual ya lo que crezca y la fuerza que tenga en el futuro. Cuando el elefante es adulto y está sujeto a esa misma pequeña estaca con la que le ataron de bebé, simplemente ni siquiera lo intenta. El otro ejemplo tiene que ver con las reses y las vallas electrificadas. Solo se necesita que a un bebé le de una pequeña descarga una vez, y ya no se atreverá jamás a acercarse a ninguna valla y por lo tanto es muy fácil mantenerlo encerrado. Así sucede con nosotros, los seres humanos, aunque nuestras estacas y nuestras vallas se nos presentan de una manera más sutil, sofisticada y dañina, porque en este caso nuestros miedos no tienen que ver con algo físico, sino con lo psicológico, y con lo emocional, parámetros estos que sin duda rigen nuestra vida en una medida mucho mayor de lo que creemos y estamos dispuestos a asumir desde el intelecto. El miedo al rechazo, a ser expulsados de un sistema preestablecido, en el que cuando encontramos el espacio de libertad y de confianza adecuados, descubrimos que muchos otros se sienten como nosotros, se convierte en un muro infranqueable en el que nos vamos dejando los dedos ensangrentados de manos y pies, por los intentos desesperados de escalarlo en esos momentos de nuestra vida en que nos atrevemos a revelarnos, pero que a la primera dificultad, al primer contratiempo, nos soltamos y volvemos a caer en ese pozo oscuro que se acaba convirtiendo una existencia dirigida por el miedo y la infelicidad subyacente. Se que la alternativa se torna difícil. Hay que atreverse a salir de la zona “de confort”, en realidad la zona de mierda en la que nos sentimos seguros porque vemos a muchos millones en ella, y lanzarse al vacío en post de conseguir los sueños que cada uno tenga. Y todos tenemos sueños importantes, únicos, aunque nuestro miedo mantenido en el tiempo, los haya sublimado y hecho desaparecer en lo más profundo de la consciencia. Hay que atreverse a bucear en ella, a sumergirse en las procelosas aguas de nuestros sueños y anhelos más profundos, reconocerlos y sacarlos al exterior. Y cuando ya los hayamos rescatado, colocarlos en el lugar del que nunca debieron ser expulsados. Al frente de nuestro pensamiento y en el frente de nuestras acciones. Y perseguirlos hasta conseguirlos, o hasta que en su búsqueda descubramos que no eran tal, porque en su búsqueda se han despertado en nosotros otros nuevos que nos hagan sentir más vivos, más libres y más felices. Me han preguntado muchas veces cuando en mis conferencias hablo de la importancia de perseguir los sueños, si hacerlo garantiza la Felicidad. Y la mitad de mi respuesta es obvia. Claro que perseguir los sueños no garantiza la felicidad, pero en la otra mitad de la respuesta lo que sí puedo firmar sin temor a equivocarme, es que no perseguirlos, garantiza la infelicidad. Y entonces siendo esto así, ¿por qué no lo hacemos? En realidad no hay riesgo. Ya ha quedado claro que es el miedo el que nos lo impide, verdad? Y que ese miedo tiene que ver con las opiniones y los juicios de otras personas. Tan extremo llega a ser esto, que por ejemplo incluso bailamos solos en nuestra casa, pero no lo hacemos delante de gente por lo que vayan a pensar. Pues bien, es hora de empezar a bailar en todos los lugares y a todas horas si es ese nuestro sueño o nuestro deseo, porque ¿sabéis que harían mañana todas esas personas por las que vivimos en función de ellas, de sus juicios, de sus opiniones, de sus críticas, de sus consejos, de sus aprobaciones o reprobaciones, si nos muriésemos hoy? ¿Sabéis que harían mañana? Seguir con su puta vida tan tranquilos.

    ¿De verdad creéis, creemos, que le podemos dar tanto poder sobre nuestras vidas a personas que si muriésemos hoy no se van a enterrar con nosotros? No, verdad? Pues intentemos ser felices le pese a quien le pese. Si nos aman, nos apoyarán. Si no nos apoyan, es que no les importamos. Y si no les importamos, que nos importa a nosotros lo que piensen. La Felicidad no es una meta alcanzada. Es la ausencia del miedo que permite buscarla.

    17 abr 2022 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito