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La gallega que amaba al “Che” Guevara

Sin lugar a dudas, una de las figuras más emblemáticas y controversiales de la historia moderna argentina es la de Ernesto Guevara Lynch de la Serna, mundialmente conocido como “El Che”. Es reconocido y admirado por muchos como el máximo mito revolucionario del siglo XX, un símbolo de los ideales de libertad e igualdad: alguien capaz de entregar su vida en la lucha contra el imperialismo y las dictaduras. En cambio sus detractores lo califican directamente como un violento asesino comunista, homofóbico y promotor del odio al que el marketing de su imagen ha convertido en un falso icono de la justicia social y la rebeldía contra el sistema. Pero más allá de las polémicas, su intensa actividad como guerrillero, político y pensador ha dejado una huella imborrable que, relatada en infinidad de libros y películas, todavía tiene aristas poco conocidas: entre ellas, su relación con la gallega Carmen Arias López. La segunda hija de Hija de Benigno Arias y de Dolores López que nació en Bade, parroquia de Vilamaior del ayuntamiento de Sarria en 1907, siendo adolescente emigró a Argentina junto a su tía y pocos años después comenzaría a formar parte importante de la vida del “Che” para siempre.

Ambos padres de Ernesto pertenecían a familias de la aristocracia porteña y eran dueños de un astillero naval en San Fernando y cientos de hectáreas de plantación de yerba mate en la localidad de Caraguatay, sobre el río Paraná en la provincia de Misiones. Allí se encontraban cuando se adelantó el momento del parto y volviendo a Buenos Aires de urgencia, finalmente tuvieron que desembarcar en Rosario (Santa Fé) para el nacimiento de su primer hijo el 14 de junio de 1928. Debido a sus obligaciones laborales y los frecuentes viajes laborales hacia el norte del país deciden contratar una niñera. La gallega Carmen Arias López llevaba varios años trabajando en el servicio doméstico y recomendada por conocidos en común, fue empleada para estar a cargo del cuidado del “Che” a los pocos meses de su nacimiento. Carmen acompañó a la familia primero en la mansión que poseían en el barrio de Palermo y después durante dos años en la estancia rural del campo misionero de Caraguatay donde administraban las plantaciones. A la vuelta se instalaron en el barrio de San Isidro, donde la gallega comenzó a llamarlo cariñosamente “Teté”, apodo con el que luego lo nombró su familia toda la vida.

Al problema de asma que tanto complicó de adulto sus campañas revolucionarias se lo atribuyen a un descuido de la sarriana: una fría mañana tras meterse en el Río de la Plata, olvidó abrigar al pequeño Ernesto y contrajo una bronquitis aguda que se fue agravando con el tiempo. Buscando un clima más apto para las dificultades respiratorias del niño decidieron mudarse a la provincia de Córdoba, específicamente a las zonas de sierra de Alta Gracia. Con ellos siguió viviendo Carmen, que tras tantos años de convivencia se iba convirtiendo en una segunda madre del “Che”.

Tal era el amor de la gallega por la familia Guevara que mantuvo una relación de varios años a distancia con el asturiano Alfredo Gabela, viéndolo cada dos o tres meses solamente para no abandonar a Ernesto: en Córdoba se encarga, además de las tareas domésticas y el cuidado personal, de sus estudios y aprendizaje escolar. Finalmente, tras 11 años de una relación que iba mucho más allá de lo laboral, Carmen decide dejar de trabajar con los Guevara para formar su propia familia con Gabela, aunque el vínculo iba a perdurar hasta muchísimo tiempo después.

El joven Ernesto, ávido lector, comenzó a interiorizarse en la política mundial preocupado por la Guerra Civil española, se afilió a partidos marxistas y mientras estudiaba medicina, recorrió las provincias del interior del país para conocer profundamente la forma de vida de los sectores vulnerables. Y en cada uno de esos viajes siempre volvía a encontrarse con Carmen Arias López: cada vez que pasaba por Buenos Aires la visitaba para comer nuevamente las pastas que de niño le cocinaba. La gallega fue también la primera persona a quien le contó que se había recibido de médico, incluso antes que a sus propios padres.

El padre del futuro líder revolucionario escribió en una carta “A la gallega no le importaba el sueldo. Quería a mis hijos como a los suyos”. Tal era la relación que los unía que el “Che” Guevara fue elegido como padrino del primer hijo de Carmen y el asturiano Gabela. Y entre los años 1956 y 1958, en plena guerra cubana contra Fulgencio Batista, el “Che” le mandaba correspondencia escrita en clave para que le lleguen a su familia y no cayeran en manos del gobierno militar argentino de entonces: Carmen esperaba hasta altas horas de la madrugada y se las llevaba arriesgando su vida directamente a Celia de la Serna, su madre.

El último encuentro se concretó en 1961 en Punta del Este, Uruguay, en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social. Ernesto “Che” Guevara, nuevo ministro de Industrias de Cuba luego de haber triunfado en la Revolución, invitó a Carmen y su marido a un almuerzo para el que viajaron especialmente desde Argentina. El hijo de ambos tiempo después confesó que fue un reunión que sus padres jamás olvidaron: cinco años más tarde, tras abandonar el gobierno cubano y apoyar personalmente revoluciones en África, fue ejecutado en Bolivia.

Con su muerte nació un mito que no envejece y cautivó a personalidades tan dispares como García Márquez, Johnny Depp, Sartre, el príncipe Harry o Maradona. Y sus críticos apelarán al pacifismo frente a la violencia y cuestionarán eternamente al marketing que rodea su leyenda. Sin embargo para Carmen Arias López, la gallega a la que no le importaba el sueldo, siempre será cariñosamente “Teté”, el niño a quien amaba tanto como a sus propios hijos.

08 may 2022 / 01:00
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