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La hipocresía cotiza al alza

    EN tiempos en los que la lucha por la “igualdad de género” se abre paso en todo mundo, lo que está sucediendo en Afganistán reconquistado para el integrismo islámico, con mujeres comprando a toda prisa burkas (que ya cuadruplican su precio) debería suponer un toque de atención para el feminismo imperante sobre donde fijar sus prioridades, y no en las ocurrencias “inclusivas” como explicar las Matemáticas desde una perspectiva de género.

    Brigitte Vasallo, icono del feminismo “interseccional”, hablando del burka en la revista Pikara Magazine, portaestandarte del feminismo de izquierdas, decía que “pensar que esta prenda es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarla es una mirada totalmente colonial”. En otras palabras: estar sometida a la voluntad de una pléyade de barbudos, desaparecer del espacio público como única opción para seguir viva, es lo que ella entiende por “empoderamiento” de una mujer, vista sin mirada colonial: “Las luchas por el derecho a llevar el velo y el velo integral en Europa me parecen un ejemplo de los procesos emancipatorios propios de las mujeres musulmanas”, concluía.

    Estamos en la antesala del mayor feminicidio de la historia. Las mujeres dejarán de existir salvo dentro de su casa. No podrán salir sin la compañía de un hombre de su familia, ni estudiar, ni practicar deportes, ni mostrar su piel en público, ni montar en bicicleta y ni pensar en redes sociales ni televisión. Parece mentira que se pueda castigar a una persona por querer tener la libertad de hacer y decir lo que sienta o quiera.

    A pesar de esto, que callados están los progresista naif, partidarios de velas, ofrendas florales, campañas de recogida de firmas y de cogerse las manos para entonar con lágrimas en los ojos “imagine” de John Lennon. Esos papanatas representantes del buenísmo de alta escuela que prefiere felicitar el Ramadán y no la Nochebuena.

    ¿Y dónde están las activistas de FEMEN empeñadas en cambiar el mundo enseñando las tetas? Quizás es que no pueden acudir a Afganistán por problemas de agenda, ya que tienen que escrachear una misa católica en Paris y otra en la Almudena. Las misas sí, pero eso de ir a Kabul a pecho descubierto no parece entrar en sus planes. De todos modos que nadie se intranquilice, porque seguro que acabarán planteando la colocación de “Puntos Lila” en los barrios de Kabul.

    Ante las tupidas barbas de los talibanes y su violación de los derechos humanos (en especial de las mujeres), nuestro feminismo a la carta, manipulado por la izquierda más radical, no parece querer ir más allá de señalar al fracaso de Occidente por encima del terror talibán. Lo trágico es que las afganas perderán la poca libertad que tenían y los derechos alcanzados estos últimos años y ello habrá que agradecérselo a la cobardía de estos arrogantes progresistas occidentales.

    26 ago 2021 / 01:00
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