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La juventud baila

    LOS JÓVENES y no tan jóvenes han salido a bailar a la Puerta del Sol, el gran escenario del mundo. Al menos del mundo madrileño, que decía Ayuso. Es un tablao con más botellón que arte, ahora que se nos ha muerto el flamenco hermoso de Pepe Caballero Bonald, al que tanto queríamos.

    En los informativos se ven esas coreografías de la libertad litronera, que no auguran nada bueno, pero, como decíamos ayer, es una forma de conquista, una manera de recuperar la calle, otra representación de la indignación, quizás más dionisiaca y apolínea, lo propio de la juventud que maneja la eternidad de John Keats, tan joven, sin embargo, cuando nos dijo adiós entre columnas y frisos romanos, traicionado por la enfermedad y sus asuntos.

    Los jóvenes y no tan jóvenes bailaban con aspavientos y cabriolas, embriagados de alegría, sobre todo, y dando pellizcos al aire, inaugurando el éter. Ayuso puso la palabra en el guion del manual, o se lo pusieron, pero ellos van poniendo la danza, mientras en la televisión se recuerda que allí, un 15 de mayo, hace exactamente una década, apareció un movimiento que sacudió la política y la calle, aunque no se sabe si todo sigue vigente. La pandemia vino a interrumpir la vida. Quedamos como figuras tras la erupción que lo detuvo todo en Pompeya, y algunos aún siguen en la misma postura.

    Deseosos de exprimir la vida, pero contemplando el destrozo de la muerte, la juventud baila. Hay, en efecto, una nostalgia de todo aquello, del amor y los abrazos, pero ya saben que la nostalgia no es lo que solía ser. Chapotear en las fuentes, y no sólo por el fútbol, es una hermosa aspiración. Es un remedo de los charcos infantiles, donde rompíamos la cara de Luna.

    Dice Sánchez que en cien días se logrará esa inmunidad que muchos llaman de rebaño. Algunos creen que es una de esas frases suyas, más cuando crece la polémica con el fin del Estado de alarma. Pero en política siempre hay que vender esperanza. Ayuso, a fin de cuentas, agitaba la bandera de la libertad cañera, y le salió a las mil maravillas. Mientras se cuestiona el marco legal las colas de la vacunación avanzan, y esa es la bandera que Sánchez quiere agitar, mientras mira quién baila. Si hay un repunte de contagios a las puertas del verano de nuevo nos veremos inmersos en la lucha por la narrativa, que ya parece una costumbre contemporánea, una alternativa a la realidad real.

    Al tiempo, la política empieza a fluir bajo el empedrado. Antes encontraremos la política que la playa. Se mueven las calles, pero también los asesores, los gestores y los aspirantes a algo. He aquí que Sánchez, tras el descalabro de Madrid, mira de inmediato hacia Andalucía, donde la batalla se libra en casa.

    Es un territorio fundamental para tejer un triunfo futurible a más escala, sobre todo con Casado en plena euforia, y lo sabe, pero también fue un territorio esquivo en los últimos comicios, a pesar de la tradición. Después de Madrid ya no se permiten movidas, o sea. Ya está bien de gato escaldado. Susana Díaz, sin embargo, cree que conserva las bases, eso de lo que siempre se habla. Otra batalla está servida, pero Sevilla es ahora por donde Sánchez quiere empezar la reconquista. De momento han desenvainado a Espadas.

    Mientras todo eso pasa se habla de impuestos, de fondos de recuperación y de la Liga de Fútbol, que está muy entretenida. Y en Sol, la juventud baila.

    12 may 2021 / 01:00
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