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La lluvia y la contradicción humana

    ESTA semana la lluvia ha sido generosa en todo el país. Un regalo del cielo que, sin embargo, ha irritado a algunos. Así, cuando apenas habían empezado a caer cuatro gotas y los sedientos embalses y las resecas tierras imploraban el agua con todas sus fuerzas, escuché un comentario que me esbozó una sonrisa que contuve como buenamente pude y que decía: “Está bien que llueva, pero mejor sería que las nubes descargaran el agua donde se concentran los embalses o que lo hiciese sólo por las noches”. Pensé en espetarle, que hasta la fecha las nubes no disponen de un GPS que les pueda indicar dónde se localizan los embalses, pero terminé desistiendo de hacerlo, porque el problema es que a esa persona, como a tantas otras, se les ha olvidado cómo funciona la naturaleza.

    ¿Para qué queremos que llueva? Qué molesta e incómoda es la lluvia. Tengo planes y mejor que no llueva. A la gente le molesta la lluvia y quiere sol como si estuviéramos en Almería. Los términos de mal y buen tiempo son de los más usados a pie de calle y por los medios de comunicación en nuestro país. Así, la mayor parte de la sociedad asocia buen tiempo con sol y calor, mientras que el mal tiempo se relaciona con fenómenos adversos (lluvias, temporales de viento, frío...).

    Interesante debate el que se da también entre hosteleros, turistas y otras personas que defienden los anticiclones como si de premios se tratase. Mientras que la gente del campo, anhela por el contrario ese “mal tiempo”. Concepto con significación totalmente opuesta dependiendo del punto de vista desde el que se mire.

    El tiempo ha sido desde siempre un asunto de interés para el hombre. El exceso o la falta de lluvia, el intenso calor o el frío extremo nos han tenido siempre mirando hacia el cielo (ahora a las previsiones) y suplicando que nos favorezca el pronóstico. Especialmente son los urbanitas los se quejan de la constancia de las lluvias porque les impide disfrutar del invierno y continuar su vida normal cuando el cielo les moja.

    Entiendo que la lluvia ponga melancólicos (o más melancólicos aún) a los ingleses y a los belgas. En la poesía de Aquilino Duque es una bendición: “Bendita el agua porque da la vida”. Para otros es un instrumento político: “Qué pena que no viniera / un diluvio universal / y se lleve del alcalde / al último concejal”. También canta muy alto a la lluvia Claudio Rodríguez, que la ve como la gran limpieza del mundo. Tanto le alegra que, en un verso afirma que le gusta porque “no tiene sal de lágrimas”.

    La naturaleza no escucha a nadie, tiene sus leyes y sus razones, sin consideración alguna con nuestras peticiones. Yo añado, que qué bueno que sea así, porque no creo que fuera posible aunar voluntades sobre el tiempo, y en los tiempos que vivimos, ni sobre casi nada.

    16 sep 2022 / 01:00
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