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La maldición del ‘procés’

    NO se atisba en el horizonte un resurgir de la Comunidad Autónoma de Cataluña. Todo hace prever que el deterioro que ha sufrido la otrora perla española del cosmopolitismo ideológico y el cosmopolitanismo intercultural seguirá avanzando fatal e irremediablemente. El impacto que ha tenido en el nordeste peninsular la pandemia del coronavirus en términos no sólo sanitarios, sino también económicos, ha sido brutal; entre otras cosas, porque esta degradación económica la viene arrastrando Cataluña desde un 2017 en el que el procés proyectó un mal fario sobre la región del que le costará reponerse.

    Si a ello añadimos esa dificultad para conformar un Gobierno autonómico que estamos viendo desde las elecciones del 14 de febrero, y el hecho de que las distintas fuerzas en discordia apenas presentaron en campaña planes de recuperación económica y empresarial, poco más cabe esperar, salvo lamentar que el componente independentista y soberanista haya acabado por denigrar una Cataluña que parecía destinada a convertirse en el motor del crecimiento español.

    Estoy convencido de que esta caída en picado se debe también al especial mimo que ha tenido el Estado con una comunidad tan díscola e incómoda para los intereses de España. Sólo en la última década, Cataluña ha recibido más del 35 % de las ayudas del Gobierno central para con las regiones, tanto a través del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), como del programa de Facilidad Financiera (FF). Un estudio de la Cámara de Comercio catalana muestra un retroceso integral de su economía, lo cual demuestra que aciertan quienes auguran que “Cataluña será bono basura hasta 2040”. No es de extrañar.

    Cerca de 6.000 empresas han abandonado la región. Y ahora el coronavirus le ha asestado la estocada final. El gasto turístico descendió un 83 %, el ritmo de caída del empleo supera ya la media española; y la construcción, el sector servicios, la importación de bienes, las exportaciones, la producción industrial, la construcción y hasta el consumo, acumulan peligrosos saldos negativos.

    Además, Cataluña atesora una deuda brutal. Sin capacidad para financiarse en los mercados, todo apunta a que tendrá que seguir siendo el Estado español el que cargue con el despilfarro y la penuria a la que tendrá que enfrentarse nuestro nordeste peninsular. La única esperanza la encontrará el Parlament en el Fondo de Recuperación Europeo, cuya cuantía gestionarán las CC. AA. en un 54 %. Cataluña será la región que más dinero perciba tras Andalucía.

    Aun así, ninguna de las posibles coaliciones de gobierno que se pueda hacer con las riendas de la Generalitat parece capacitada para sacar adelante la región. Al contrario. Hay quien teme que buena parte de ese dinero se destine a planes independentistas, en vez de a mejorar las condiciones de vida de los catalanes, recuperar el tejido económico y empresarial, o revitalizar su malogrado sistema sanitario.

    28 feb 2021 / 01:01
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