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La paz se vende cara

    DOS son los motivos por los que se está hablando de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania. La proximidad de un período tan especial como la Navidad, hace que la gente se pregunte si acaso habrá un alto el fuego siquiera durante los días más señalados. Por otro lado, las conversaciones sobre la necesidad de apurar un acuerdo final surgen de las dificultades que tendrá que afrontar el pueblo ucraniano para sobrevivir bajo un frío y una carencia de fuentes de energía que, sin duda, seguirán empeorando.

    Pero la paz no será fácil a corto plazo. Ambas partes se juegan mucho. Ucrania no desea renunciar ni a su identidad como pueblo independiente y democrático, ni a la integridad territorial que disfrutaba hasta el pasado 24 de febrero. E incluso desea recuperar esa península de Crimea y esas áreas territoriales de la región del Donbass que Rusia se anexionó ya en 2014.

    Por su parte, Putin se juega su prestigio y su supervivencia política. Proyectar una imagen de derrota supondría el fin de su influencia, especialmente tras haber reconocido el tránsito que va de una “operación militar especial” con fines de “seguridad nacional” para frenar el acercamiento de las fuerzas de la OTAN a sus fronteras y “desnazificar sus territorios vecinos”, a una “movilización general parcial” que ha generado un gran revuelo por la contrariedad de muchos de los que han sido llamados a filas.

    La paz se venderá cara. Pero no olvidemos que, en esto del arte de la guerra, por muy cara que resulte la negociación y las concesiones derivadas de la misma, mucho más costosa a nivel económico, militar y de pérdidas humanas resulta siempre cualquier guerra; especialmente si, como ésta, se prevé larga y cruel. A EE.UU. le interesa debilitar a Rusia, pero también frenar la guerra para desechar la amenaza nuclear.

    Biden quiere hacerlo bien, pensando en las presidenciales de 2024, y para no repetir los errores de su salida de Afganistán. Los Países Nórdicos y los Bálticos desean derrotar a Rusia para librarse de su amenaza. Y Alemania y Francia lamentan la ira energética de Moscú, y hablan de diálogo y ciertas cesiones, incluso territoriales, por ambas partes.

    Entretanto, Zelenski le lanza a Putin un catálogo de condiciones tan lógicas como irrealizables. A saber: la retirada militar de los territorios ocupados; la devolución de todas las zonas anexionadas; la renuncia a usar armas químicas, biológicas o nucleares; una compensación por el deterioro medioambiental sufrido (“ecocidio”); la liberación de detenidos y deportados; la restauración de las fuentes de energía; e incluso que Putin renuncie a su cargo y abandone el poder.

    Así las cosas, es fácil pre-ver un nuevo fracaso de la
    diplomacia, similar al vivido hace diez meses, cuando no se logró evitar el inicio de la contienda.

    26 nov 2022 / 01:00
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