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Reseña Musical

La “RFG”, dirigida por Maximino Zumalave, en Ourense

    Concierto de la “RFG” dirigido por Maximino Zumalave en el Auditorio Municipal de Ourense-mañana, 20´30 h.-, en la serie “Enclave de cámara”, dentro de la serie de actividades dedicadas a conmemorar el “250 Aniversario de su nacimiento”, en un punto añadido al ciclo “Metáforas do Silencio”, que desde finales de septiembre se viene ofreciendo en el Paraninfo da Universidade. Un monográfico pues, con dos obras fundamentales como la “Obertura Coriolano en Do m. Op. 62” y la “Sinfonía nº 3, en Mi b M. Op. 55 (Heroica) Op. 55”, con su leyenda a cuesta por las complejidades de su posible dedicatario, y que para Wagner, el fondo artístico de la obra lo forman muchos sentimientos diversos, y todos profundamente marcados por la individualidad a la que no es ajeno nada de cuanto es humano; demuestra que tras los profundos estudios de las pasiones nobles, puede llegar a unir la ternura más sensible con la fuerza más enérgica.

    Jan Swafford, en su denso trabajo dedicado al autor, abunda en detallismos sobre esta composición. Cuando terminó la “Heroica”, Beethoven ya no miraba sobre su hombro al pasado con prudencia, ahora se veía a sí mismo como el igual de Haydn y de Mozart. Al mismo tiempo, su relación con el público había cambiado. Nunca dejaría de producir obras pensadas para el gusto popular, pero en sus obras grandes ya no le importaría desafiar a su público (aunque seguía despreciando las malas críticas). Ahora estaba preparado para exigir. Si la “Sinfonía Bonaparte” estaba más allá del alcance de su audiencia en su primera audición, esperaba de ellos que la escucharan de nuevo, tantas veces como fuera preciso. Aquello suponía un enorme cambio respecto de la actitud de Haydn y Mozart, quienes escribían principalmente para el placer inmediato del público y los intérpretes a la vez que incorporaban sutilezas para el deleite de los “connaiseurs”.

    Parte de lo realmente nuevo en el nuevo camino fue la unión del arte de Beethoven con su conciencia “ilustrada”. Su música se hizo personal e intensa en parte porque encontró la manera de conectar su obra con los ideales intensamente defendidos, en lo alto de los cuales se encontraba la libertad y la alegría, Su pensamiento político no era revolucionario ni jacobino, ni tan siquiera democrático, sino republicano, creía en la soberanía de las constituciones y las leyes, como el sistema parlamentario británico (con su rey y sus Cámaras de los Lores y de los Comunes). Al mismo tiempo, como muchos liberales alemanes, aún mantenía la creencia- pura Ilustración-, en el hombre fuerte, el déspota ilustrado, o lo que es lo mismo, el Héroe. Aunque algunos de sus héroes personales, como el Elector Maximilian Franz y el sacro emperador romano germánico Jopé II, habían nacido en el trono, y no tuvo teóricamente ningún conflicto con la aristocracia, su imagen del héroe no era aristocrática en un sentido hereditario. Creía en una aristocracia del pensamiento, del talento y del espíritu.

    Para Beethoven resultaba una cuestión central el hecho de que Napoleón no fuera de alta cuna, sino un hombre hecho a sí mismo; el primer hombre de esas características en la historia de Europa que detentaba semejante poder. A pesar de su posterior indignación con el dictador, la admiración subsistiría. En 1809, un viajero francés suscribió: “le obsesionaba extraordinariamente la grandeza de Napoleón, y a menudo me hablaba de ella. Aunque no estaba bien dispuesto hacia él. Me di cuenta de que admiraba su ascenso desde una posición tan humilde” (en realidad, los “humildes” orígenes de Napoleón eran en parte un mito. Su familia procedía de la pequeña nobleza rural; su padre fue abogado). En ese momento, a finales de 1803, cuando todavía estaba “irrevocablemente” decidido a ir a París, Beethoven tenía una sinfonía digna y propicia para ponerse a los pies de Napoleón, figurada o literalmente. En resumen, Jan Swafford, contribuye a complicar la polémica que la historia mantendrá sobre esta sinfonía.

    La “Obertura en Do m. (Coriolano) Op. 62”, que en buena medida se sostiene como lo que comúnmente se entiende como un “morceau célèbre”, de las orquestas en las programaciones, no fue pensada para el supuesto drama homónimo de Shakespeare, sino como un comentario musical sin más de una tragedia arrumbada por la posteridad, perteneciente a Heinrich- Joseph con Collin, jurista y poeta ocasional de limitadas dotes, y al que concierta gratuidad, se le llegó a situar a la altura de Schiller. Como información, la partitura no fue utilizada para la tragedia a la que iba destinada en un principio, y tendría cabida en un concierto aislado en diciembre de 1807. El tiempo será generoso en la apreciación de la pieza, permaneciendo como un genuino poema sinfónico, tan en boga con otros surgidos en ese período. Destaca entre las sesiones a tener en mente, una incluida en los programas del 8 de marzo de 1807, organizado de forma privada en el palacio del príncipe Linchnowski, uno de sus encarecidos mecenas, en la que recibió el posible bautismo oficial, entre una programa agotador, por la cantidad de obras que se ofrecieron.

    02 dic 2020 / 00:00
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