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La seducción de la filantropía en tiempos de Covid

    Slinky es un personaje de la conocida película de dibujos animados Toy Story, juguete que muchos y muchas de nuestra generación recordarán como aquel muelle elástico capaz de bajar escaleras por sí mismo sin problema y que, hicieras lo que hicieras, siempre volvía a su forma inicial (salvo que la tía Felisa, en un descuido, se sentara sobre él en el sofá). Existe en castellano una palabra que define perfectamente esta cualidad, término que fue adaptado por Rutter a las ciencias sociales, en la década de los noventa, pasando básicamente de caracterizar a los materiales que resistían fuerzas externas sin deformarse a también definir la capacidad humana de sobrellevar la adversidad sin hundirse. El término al que nos referimos procede del verbo latino “resilio”, que significa “volver atrás de un salto”-como hace Slinky-, y no es otro que “resiliencia”, como sustantivo, o “resiliente”, como adjetivo.

    Considerando el tópico habitual de esta columna (a saber, elogiar iniciativas seductoras destinadas a fortalecer la cooperación público-privada en materia económica) resuenan aquí los ecos de un dictamen de 2019 (o año 1 a. del C.) del Comité Económico y Social de la UE titulado “Filantropía Europea: un potencial sin explorar”, donde se reconoce plenamente “el valor añadido complementario e innovador que la filantropía puede aportar a la cohesión social, al impulsar valores comunes y hacer que nuestra sociedad sea más resiliente”. Y, en este mismo documento, se apunta la posibilidad de potenciar el impacto de los recursos privados en aras del bien común, introduciendo para ello instrumentos financieros, “que actúen como catalizadores para la concesión de recursos conjuntamente con el sector de la filantropía, que estimulen las inversiones conjuntas, aumentando las inversiones con impacto social, y que proporcionen instrumentos de garantía que reduzcan los riesgos financieros que plantean las inversiones relacionadas con misiones por parte de organizaciones filantrópicas”; por ejemplo, a través del programa InvestEU.

    Pues bien, hace un par de semanas los representantes permanentes de los Estados miembros ante la UE han acordado el mandato parcial del Consejo para negociar con el Parlamento Europeo una propuesta revisada de la Comisión relativa al Programa InvestEU, cuyo objetivo es, precisamente, fomentar la participación de inversores públicos y privados en operaciones de financiación e inversión. Un elemento clave de esta propuesta revisada es la adición de un quinto eje para inversiones estratégicas europeas, que se suma así los cuatro ya previstos de infraestructuras sostenibles, investigación, junto con innovación y digitalización, así como pymes e inversión social y capacidades. Así, según se indica, podrán beneficiarse los destinatarios finales cuyas actividades sean de importancia estratégica para la UE, en particular, a efectos de las transiciones ecológica y digital, del aumento de la resiliencia y del refuerzo de las cadenas de valor estratégicas. El Consejo señala que el importe de la garantía de la UE para el Programa InvestEU ascenderá a 23.500 millones de euros.

    Asimismo, cabe recordar en este contexto la celebración hace poco más de mes y medio de la octava edición del Día Europeo de Fundaciones y Donantes, iniciativa promovida por la red europea de asociaciones de fundaciones y donantes (Dafne) que la Asociación Española de Fundaciones (AEF) impulsa en España. A lo largo de dos semanas, fundaciones de todo el continente europeo se unieron en una acción común para potenciar el conocimiento y reconocimiento del sector fundacional y de la filantropía en el desarrollo de la sociedad, con la celebración de diversas actividades simultáneas. Se trata, en todo caso, como subraya el dictamen antes mencionado, de recordar que “la filantropía ha mejorado, con iniciativas importantes y modestas, las condiciones de vida de las personas en Europa y en todo el mundo. Personas, familias, interlocutores sociales, organizaciones de la sociedad civil y empresas de toda Europa contribuyen al bien común, participando en una práctica de larga tradición que ahonda en nuestra humanidad común, con un claro papel complementario al Estado”.

    La filantropía es una deuda pendiente para el legislador de la Unión Europea. Para que los donantes, tanto privados como institucionales, puedan maximizar todo su potencial, se necesita un entorno legal y fiscal favorable. Y, dado que la libre circulación de capitales es un aspecto esencial del mercado único europeo, debería ser una prioridad garantizar la aplicación jurídica y práctica de esta libertad fundamental, emparejada con el principio de no discriminación, facilitando los flujos de donaciones e inversiones filantrópicas transfronterizas. Si algo debemos aprender de la situación actual que vivimos es que yendo cada Estado por su lado resultará mucho más difícil superar los enormes retos que plantea la pandemia, desde el punto de vista tanto sanitario como socioeconómico. Y, si pretendemos “volver atrás de un salto” -como Slinky- a la vieja normalidad o, como mínimo, a una situación lo más parecida posible (o tempora, o mores, Cicero dixit) más nos vale utilizar todos los medios a nuestro alcance en pro de la resiliencia colectiva. Por cierto que, en inglés, Slinky también es un adjetivo, con dos significados bien dispares: por un lado, “sinuoso”; pero también “seductor”. Ya dice Lipovetsky que la seducción se ha convertido en el motor del mundo. Ojo, que vienen curvas. Cuidado con Slinky.

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