La vacuna

RECIBIR el consabido mensaje del Sergas en relación con la vacunación del Sars-Covid-2 es toda una alegría. La cita me convoca en la Sala Eisenman de la Cidade da Cultura, en Santiago, en un día en el que el número de asistentes previsto es muy grande.

Llego media hora antes para esperar, con paciencia, el turno que me corresponde y lo que me encuentro es que, los que allí estamos y nos dirigimos al lugar señalado, somos atendidos al momento; toda una grata sorpresa que contrasta con la contemplación, en televisión, de las largas colas existentes al inicio de este proceso.

Una segunda cuestión: el trato exquisito de todos aquellos que se encargan de organizar esta vacunación masiva. Con el código QR, recibido en un mensaje, quien nos atiende nos identifica sin tener que cubrir documento alguno; hace una serie de concisas preguntas, dispensa la dosis de forma bien rápida, da unos breves consejos y, sin mayor dilación, uno se encuentra fuera, esperando el tiempo dispuesto, antes de dejar este lugar.

Ya fuera, en ese magno espacio de la Cidade da Cultura, el día invita a andar. El casco histórico está bien cerca; lo que hay que hacer es bajar por el hoy llamado Bosque de Galicia, siguiendo cualquiera de sus sendas, llegar hasta el puente de Sar y, poco después, subir por Castrón Douro para volver a casa. Prácticamente a la hora en que había sido citado he llegado a mi destino, contento, como tantos otros que empezamos a ver más cerca la vuelta a una vida parecida a la de antes.

Nos debemos felicitar, todos, por contar con unos servicios sanitarios como los que tenemos en Galicia y por la buena gestión que se está llevando a cabo con las vacunas, un bien todavía insuficiente, es verdad, pero con la esperanza de que pronto llegue a todos.