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La Vía Aragoniense

    PARECE que el veranillo de San Miguel va a llegar este año con unos días de retraso. Y es que la climatología anda revuelta. Que se lo pregunten sino a Pere Aragonès que ha tenido que reunir con urgencia a su Gobierno para hacer frente al huracán de Junts. ¿Es de extrañar una moción de censura en el Parlamento catalán con el devenir de los vientos que estábamos viviendo? Yo creo que no. Lo extraño es que la calma durara lo que duró. Porque por más que se quiera defender lo indefendible y por mucho que se trate de blanquear el esperpento, al final ya lo dice el refrán: “Siembra vientos y cosecharás tempestades”. Pues aquí tenemos una en toda regla.

    Llegados a este nivel de despropósito, siempre hay alguien que apela a la continuidad del disparate y se saca de la manga una medida esperpéntica. Es así como Aragonès invoca ahora una “vía a la Canadiense”, que sería algo como pactar con el Gobierno de Sánchez un referéndum a la desesperada para consultar, tras un sinfín de intentonas secesionistas frustradas, si una “mayoría clara” de catalanes desean la independencia.

    Me parece oportuno rescatar aquí las palabras del humorista canadiense Josh Freed, que bautizó aquella medida del país norteamericano como neverendum, haciendo alusión a la paradoja de los referendums que nunca (never en inglés) acaban.

    Y es que justo ahí reside el quid de la cuestión. En un país resquebrajado y dividido en el que el Gobierno está más desunido que nunca, Sánchez necesita del apoyo de todos y cada uno de sus socios si quiere terminar la legislatura. Junts lo sabe. Y Aragonès, también. Y en ese todos revolutum en el que las habas son difíciles de distinguir del caldo, es donde muchos estrategas mediocres se encuentran cómodos hablando de “mayorías claras” y de “vías imposibles”. Al final, la inercia no es otra que continuar perpetuando una ilegalidad al amparo de la debilidad del sistema y de su inconsistencia.

    Debo reconocer cuando todavía están frescas las imágenes de la pasada semana en las que todo un país honraba a su soberana con reverencia, integridad, formalidad y admiración por toda una vida de servicio a su pueblo, los escarceos de Batet, Aragonès, Vilagrá y compañía me hacen sentir vergüenza ajena por un país cada vez más acostumbrado a disfrazar de democracia el desgobierno y a impugnar las conductas obscenas que nos están abocando, una vez más, al precipicio. España: ese país. ¡Qué pena más grande!

    29 sep 2022 / 01:00
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