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¡Lárguese, señor Iglesias!

    No, no se refiere a mi humilde persona el titular. Ni tengo ningún parentesco, al menos del que sea consciente, con el Pablo Iglesias fundador de Podemos ni vendría aquí a cuento dar noticia de las veces que escuché esa oración imperativa de tono desagradable, si es que algún día alguien cayó en el mal gusto de dirigírmela, que seguro que sí. Este “¡Lárguese, señor Iglesias!” que intentaremos no parodiar en esta columna es el que le dedicó la candidata de Vox, Rocío Monasterio, al aspirante de la izquierda rupturista en el último debate que hubo y que habrá en los comicios de Madrid. Es lo más grave que se le puede escuchar a un político, por encima incluso de la burla a las balas amenazantes, por un motivo fundamental: porque delata la ideología totalitaria que subyace en todas las demás acciones del que la pronuncia.

    No está bien tomarse a chufla las amenazas que se reciben con bala, porque estas actitudes alientan a quienes están dispuestos a disparar, pero sería muy distinto si la señora Monasterio, cuando Iglesias abandonó el debate de la Cadena Ser, le pidiese que se volviera a sentar para discutir los programas. Lo que hizo fue lanzarle ese grito, “¡Lárguese, señor Iglesias!”, que revela que en el fondo lo que Vox desearía es hacerlo desaparecer. El político que detesta confrontar y sólo quiere borrar del escenario a su contrincante, al que calumnia, insulta y amenaza, no es un demócrata. Y, en Madrid, la mayor parte de derecha, no sólo Vox, está cayendo en este comportamiento.

    Por eso es importante recalcar que el PP de Madrid no representa al del resto del país, sino que se desliga de él y de sus formas tradicionales de entender la política. Cuando la presidenta Ayuso presume de liberal, ¿sabe realmente lo que significa esta palabra? ¿Es liberal no tener el mínimo respeto por las ideologías contrarias? ¿Concuerda con esta línea de pensamiento negarse a debatir con el resto de candidatos? Tal vez hayan malinterpretado aquella coletilla electoralista que repetía su admirado Aznar, “¡Váyase, señor González!”, y olvidan que él aceptó de buen grado dos cara a cara televisados con el presidente socialista para explicarle los errores de su gestión que consideraba que justificaban esa exhortación.

    Es más, tras imponerse inesperadamente en el primer asalto, si Aznar no se hubiese presentado al segundo alegando cualquier razón de carácter trumpista, como se acostumbra ahora con una facilidad pasmosa en Madrid, seguramente hubiera ganado aquellas generales de 1993. Pero cumplió con su obligación, se presentó, debatió, perdió y asumió la posterior derrota en las urnas.

    Ayuso descartó el encuentro con candidatos en la Ser como si ir o no ir fuese un capricho personal suyo y no un derecho de los ciudadanos. Y Monasterio remató la faena con el “¡Lárguese, señor Iglesias!”. Dicen que ambas gobernarán Madrid a partir del 4-M, porque la movilización de la izquierda no llegará a tiempo. Puede. Pero en dos años toca reválida en las urnas y de aquí a 2023 se compararán aún más las crisis de Rajoy y de Sánchez. ¿En cuál invirtió más el Estado en protección social? ¿En cuál se emigró menos? ¿En cuál hubo más desahucios? ¿En cuál se pasó más hambre? Este es el debate del que la derecha escapa.

    27 abr 2021 / 01:00
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