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Las cartas sobre la mesa

    SI hay que señalar un punto culminante en la campaña que termina no es otro que el debate televisivo. No porque en él se contrastaran las propuestas o hubiera un intercambio interesante de golpes dialécticos, sino debido al choque de coaliciones. Se confirmó una y se desmintió otra. Desde hacía varios meses tanto Feijóo como Caballero habían tratado de convencer al electorado de que su rival tenía una baza que procuraba ocultar, es decir que era como Dorian Grey, aquel personaje literario de juventud inmarchitable que guardaba un retrato en el que iba envejeciendo.

    El objetivo de Caballero y Feijóo era demostrarle a la gente que su adversario era un impostor, que en el desván estaba oculto el Feijóo comprometido con la ultraderecha o el Caballero enfeudado con la izquierda radical. Se trataba por tanto de desenmascarar al contrincante para que se viera que la apariencia reformista de uno o socialdemócrata del otro, era ficticia.

    Ambos multiplicaron sus mensajes insistiendo en el engaño. En cada oportunidad Feijóo subrayaba las complicidades del socialista con radicales variopintos, aportando como prueba la coalición de Pedro y Pablo y los pactos locales con mareas nacionalistas. Replicaba Caballero con las numerosas alianzas del PP con Vox, sin cuya ayuda las presidencias de Madrid y Andalucía no hubieran sido posibles.

    Por un momento parecía un juego en el que cada oponente sacaba a su coco para meter miedo al elector titubeante. Qué viene Abascal frente al qué viene Iglesias. Una Galicia cogobernada por Vox frente a otra con el rupturismo al mando de varias consellerías. ¿Qué producía más temor? ¿Cuál de las amenazas era más real?

    El empate duró hasta el día en que se abrió el telón de la TVG y los dos Dorian Grey tuvieron que ir al desván y desvelar el cuadro oculto de las coaliciones. Ocurrió que, mientras el tono entre las izquierdas era propio de quienes ya tienen a punto la alianza, la extrema derecha no mostró compasión alguna con Feijóo. La izquierda actuó en el debate como un bloque compacto pero al otro lado estaba un solitario candidato que peleaba contra todos, como el ajedrecista que realiza partidas simultáneas.

    Pasaban los minutos y la complicidad de la extrema derecha con Feijóo era inexistente. En ese cuadro oculto Feijóo aparecía en un retrato en solitario y al lado otra pintura reflejaba posando a los cuatro mosqueteros.

    ¿Fue inteligente para la izquierda comparecer como una precoalición? ¿Hizo bien Caballero en dar preferencia a la “mayoría progresista” antes que a su sigla? Es algo que el elector dirá el domingo. En todo caso el debate certificó que no había dos coaliciones en liza, sino una que luchaba contra un líder sin aditivos. Un solista con partitura frente a un cuarteto que se dispone a escribirlo si la diosa de la victoria Niké le resulta propicia.

    El coco de Vox se limitó a gesticular; el otro llegó a dirigirse al socialista como compañero. La campaña consistió en atacar al oponente por sus malas compañías, afeándole sus amistades peligrosas, presentándolo como el Dorian Grey de la novela de Wilde que escamotea su auténtica personalidad. El debate mostró el verdadero retrato.

    09 jul 2020 / 23:06
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