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Las guerras y la doble moral (II): perdiendo el control

Para comprender cómo fracasó la URSS en su control de Afganistán, desde 1979 a 1989, igual que luego ocurrirá con la OTAN y los EE. UU., debemos tener en cuenta que su ejército solo controló las ciudades y los principales núcleos de población; que cometió el error de apoyar a los tayikos, uzbekos y turcomanos frente a los pastunes, porque eran pueblos que vivían en gran parte dentro de la Unión Soviética, y que luego darían lugar a las repúblicas postsoviéticas de Tayikistán, Uzbekistán, y Turkmenistán. Como el gobierno comunista apoyado por la URSS se proclamó enemigo de la religión y partidario de la modernización del país, se granjeó el odio de todos los grupos religiosos musulmanes, cometiendo así el mismo error que varios de los reyes anteriores, que acabaron siendo derrocados o muertos por la presión de los mulás.

Además de ello, desde un punto de vista militar, Afganistán es casi imposible de controlar, porque carece de ferrocarril, y de ríos navegables, y su principal vía de comunicación, que es la que puede apreciarse en el mapa de la invasión soviética, traza un círculo que une Herat, Kandahar, Kabul y Mazar i-Sharif, pero deja fuera el resto del país y sobre todo la cordillera del Hindu Kush. En el mundo rural, la presencia del ejército soviético y afgano se limitó a puestos fortificados, exactamente iguales a los que luego construirían la OTAN y los EE. UU. Los desplazamientos de tropas y suministros se hacían en convoyes de blindados que eran objeto de ataques en los pasos y desfiladeros de las montañas, exactamente igual que les había ocurrido a los ingleses en las tres guerras anglo-afganas.

Las dificultades de aprovisionamiento eran muy grandes, sobre todo de alimentos frescos, porque no había ninguna colaboración de la población rural, que sufría muchas veces las represalias del Ejército Rojo y del ejército afgano como castigo por las operaciones de guerrilla. Como los muyahidines ocultaban las armas y municiones en las habitaciones de las mujeres, y eran imposibles de distinguir del resto de la población, los soldados entraban en las casas y provocaban gran cantidad de víctimas civiles, exactamente igual que hicieron los ingleses y luego la OTAN y los EE.UU. La diferencia con los británicos consiste en que tanto la URSS como los EE.UU. practicaban en bombardeo indiscriminado de aldeas con aviones, helicópteros y artillería, incrementando así el odio de la población civil contra los extranjeros. En los veinte años de administración de los EEUU y la OTAN el número de bajas civiles colaterales en Afganistán se estima en unas 80.000, un número considerable mayor del de víctimas civiles que desgraciadamente hubo y habrá en Ucrania.

Junto al Ejército Rojo combatió las DRA, o fuerzas de autodefensa afganas. Teóricamente era un ejército formidable organizado por la URSS. Sus oficiales se formaron en las academias soviéticas y sus soldados eran reclutados en un servicio militar universal en los 46 distritos de reclutamiento del país. En el papel su armamento era excelente, había cuatro cuerpos de ejército con 13 divisiones de infantería y 22 brigadas, de las cuales 3 eran de carros, 1 era mecanizada, 11 eran de guardias fronterizos, 1 de artillería, 1 de artillería antiaérea, y dos de apoyo y dos de comandos. Disponían de 800 carros, 130 vehículos blindados de infantería BMP, 1.200 blindados de infantería BTR, 2.600 piezas de artillería, 13.000 camiones y 300 aviones y helicópteros. El problema era que faltaban soldados, porque había muchas “unidades de papel” con déficits de hasta el 40% de su tropa. Los soldados desertaban en masa: entre 1.500 y 2.000 al mes, y su moral de combate era muy baja, al igual que la del ejército soviético.

Podemos conocer todos estos detalles y los que siguen gracias a un libro publicado por el Estado Mayor ruso (The soviet afghan war, University Press of Kansas, 2002), un libro escrito en Rusia por coroneles del Estado mayor pero que solo se publicó en inglés por falta de fondos, y que fue editado por un general del cuerpo de Marines, T.C. Mataxis, que lo considera fiable en su totalidad. Este hecho se debe a que el Estado mayor soviético tenía una tradición muy sólida de elaboración de libros sobre la guerra. Había publicado en 60 volúmenes la historia de la II Guerra Mundial en su territorio, que según el general Mataxis, es una obra maestra de los estudios militares por su objetividad. Por desgracia hoy en día es imposible de encontrar.

Gracias a ella, podemos saber las razones del fracaso de la ocupación soviética de Afganistán, que básicamente son de dos tipos: las debilidades propias y la creación de los ejércitos de los muyahidines planificada, favorecida y financiada por países extranjeros, en concreto Pakistán, Irán, China, Egipto, Arabia Saudí, Francia, Gran Bretaña y sobre todo los EE. UU.

Si a alguien le pudiese parecer sorprendente cómo surgieron los grupos islamistas en Afganistán, debería leer este listado de grupos, conocido como los “siete de Peshawar”, todos ellos financiados por países extranjeros, cuyos nombres son los siguientes: Partido Islamista (HIK), Sociedad Islámica, Movimiento Revolucionario Islámico, Unión Islamista de Liberación de Afganistán, Partido Islamista (HIH), Frente Islámico Nacional de Afganistán, Frente de Liberación Nacional de Afganistán. Todos estos grupos competían entre sí, pero tenían en común su islamismo y el odio visceral a los soviéticos y al estado laico. Si países que dicen defender la democracia y los derechos humanos decidieron avalar este conglomerado de partidos islamistas que se odiaban mutuamente entre sí y que tras la retirada soviética lucharían en una crudelísima guerra civil que solo acabó con la primera victoria de los talibanes, no deberían sorprenderse de que allí estuviese refugiado Bin Laden. Sabían perfectamente todo lo que ocurría. Lo que no previeron fue lo que ocurría luego con las Torres Gemelas.

Los muyahidines no eran unos guerrilleros espontáneos del tipo Che Guevara, sino un ejército organizado, que se estructuraba en unidades conocidas como “regimientos islámicos”, que disponían de un Estado Mayor, de todo un sistema de control, y eso sí, de un comité islámico que los supervisaba. Estos regimientos tenían entre 600 y 900 soldados y disponían de lanzamisiles terrestres y antiaéreos, de morteros, ametralladoras pesadas, rifles y sistemas de radio. Se dividían en batallones compuestos de compañías y éstos de pelotones. Las funciones de cada regimiento eran las siguientes: terrorismo, armas pesadas, municiones, defensa antiaérea, unidades de reconocimiento, unidades de artillería, servicios médicos y servicios de mecánica y armería, además de servicios de minas. Era un ejército perfectamente organizado cuyos oficiales estudiaron en las academias militares de Pakistán, un país cuyo gasto militar es el 90% del presupuesto del estado, y en el que el ejército es el propietario de la mayor parte de las empresas del país. En Pakistán, los países occidentales financiaron una red de campos de entrenamiento de reclutas con una capacidad de 50.000 soldados, de los que salían entre 2.500 y 3.000 nuevos muyahidines al mes.

El dinero con el que esto se pagó no fue dinero oficial de los presupuestos estatales, sino proveniente de instituciones norteamericanas como las siguientes: Federación de Acciones Afgano-americanas, Asociación de Ayuda a los Refugiados Afganos del Sur de California, Sociedad para un Afganistán Libre, y la mejor de todas: Comité No-Oficial para Suministrar Armas y Ayuda. Estos organismos financiadores de las guerras pero que nunca se manchan las manos en ellas, llegaron a elaborar unas tablas de incentivos para los muyahidines, por las que se pagaba como premio por cada soldado ruso muerto 1.250 dólares, por cada oficial 2.500, por cada tanque o blindado 2.500 y por cada avión o helicóptero derribado 5.500 dólares. Introducir este sistema de incentivos en una guerra es casi inimaginable y notoriamente repugnante.

Los muyahidines circularon libremente por las montañosas fronteras de Pakistán durante la ocupación soviética, en la guerra civil y en el período de intervención de los EE.UU. y la OTAN. Esas fronteras eran auténticos supermercados de toda clase de armas, y canales naturales para el tráfico de drogas. Durante esta guerra, si un regimiento muyahidín necesitaba apoyo de artillería o aéreo, se lo suministraba normalmente Pakistán y a veces Irán. Las acciones básicas de los muyahidines consistían en atacar convoyes y puestos fortificados, minar el terreno y practicar toda clase terrorismo, como luego pasó en la época de la intervención occidental. Es muy curioso ver cómo los soldados rusos nunca van dentro de los transportes blindados que los protegen de las balas, sino encima. Eso se debía a que ninguno de ellos podía resistir la explosión de una mina anticarro, como luego le pasó a los vehículos occidentales. Si los soldados iban encima a lo mejor sobrevivían, pero dentro no. Esos mismos vehículos iban armados de un cañón y una ametralladora coaxial en la torreta, pero como no se podían elevar más de 45 grados, si los muyahidines estaban en la falda de la montaña no los podían alcanzar.

06 ago 2022 / 23:54
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