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Las luces de diciembre

    A ESTAS alturas ya se estaba montando la Navidad, que hace muchos años que ocupa varias semanas del calendario, por no decir meses, pero ahora, a pesar de la propaganda y de los buenos deseos, la Navidad aparece como un nombre hueco en el frío horizonte de diciembre. Lo cierto es que estamos llenos de nombres huecos y de frases que no significan nada. Es una tendencia en la política contemporánea, tan vacía de vitaminas intelectuales.

    Hemos confundido la realidad con su versión publicitaria y esto está sucediendo prácticamente en todas partes. Poco a poco nos acostumbraremos a vivir entre decorados, pantallas y ese lenguaje cocinado para cada ocasión. Todo parece provisional. Todo va dirigido al momento, como si fuera lo único que existe. “La vida es ahora”, diría uno de estos que sueltan frases ocurrentes. Y al resto del tiempo, que le vayan dando.

    El pasado es algo polvoriento para jubilatas memoriosos y el futuro también es un concepto desfasado, nos dicen, propio de cuando el tiempo era lento y el futuro nunca llegaba, por eso se deseaba tanto. Nos pasábamos la vida amasando despacio ese futuro prometido por nuestros padres, ellos, que nunca lo alcanzaron, porque venían de la niebla de la historia, y ahora resulta que los futuros nos adelantan a toda velocidad, se consumen como comida rápida, son apenas momentos que se disipan en segundos y nos obligan a volver a empezar. El truco es instalarnos a todos en la rueda del hámster.

    La Navidad será distinta o no será, más allá de los eslóganes de conveniencia. La gente ha aguantado tanto que no quiere soluciones de medio pelo, se las apañará como pueda, qué remedio, aunque siempre es triste comer el turrón por videoconferencia. La tristeza lleva tiempo instalada en las calles y muchos creen que las luces van a iluminar la soledad.

    No sólo hay preocupación y creciente pobreza, sino mucho cansancio. Leo en los papeles que será difícil evaluar el daño emocional, la sensación de fracaso y de vida interrumpida. De esto no se habla lo suficiente. Más allá del fulgor de las pantallas, los leds y los neones, está el oscuro silencio, la sensación de abandono, el océano de las incertidumbres. No hay suficiente luz para iluminar los túneles del miedo. Es la economía, sí, pero también la mente y el corazón.

    Como si la gente no tuviera bastante con su dolor cercano, escucho crecientes avisos para el desastre. Un general británico, Nick Carter, le dice a Sky News que la pandemia podría acelerar los conflictos armados globales, incluyendo una guerra mundial, signifique eso lo que signifique. Aunque hoy no se crea, el pasado es tan importante como el futuro, por eso dice Carter que no hay nada más peligroso que olvidar lo que ya ocurrió en otras ocasiones.

    La pandemia puede sumarse a las debilidades de un mundo fuertemente armado, en el que algunos han hecho de la tensión, la división, la demagogia y la intolerancia un modo de gobernar. Puede que no nos falten las luces de diciembre, pero la pregunta es qué hay de las luces que deberían iluminar las mentes de los que dirigen el barco maltrecho en medio de tamaño oleaje.

    20 nov 2020 / 00:00
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