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Libertad de expresión
en tiempos de pandemia

    LO difícil no es escribir, decía Robert L. Stevenson, lo difícil es escribir lo que quieres escribir. A esta reflexión del genial escocés, hoy añadiremos que lo difícil es lo que se puede (o se debe) escribir en tiempos de pandemia. Porque el maldito coronavirus no solo ha dejado en el mundo un reguero de muertos, sino que ha obligado a replantear los derechos fundamentales y las libertades públicas tal como fueron formulados hace más de 70 años.

    Las medidas restrictivas que hemos padecido de la libertad de desplazamiento o del derecho de reunión son del todo punto inconcebibles para el Derecho de una sociedad democrática en tiempos de normalidad. Pero, también lo son otras limitaciones implícitas que no estaban referidas en los decretos declarativos del estado de alarma, como son las limitaciones que han afectado a la libertad de expresión. Se ha tratado de una especie de autolimitación comunitaria y solidaria entre todos los que tenemos el privilegio de poder disponer de alguna plataforma para expresar públicamente las ideas.

    La pandemia ha exigido este aparente tiempo de silencio. “No toman ninguna decisión, la verdad, pero les hacemos creer que sí” escribe el filósofo y poeta norteamericano Charles Bernstein. El mercado libre de la expresión puede provocar este convencimiento en unos lectores cada día más confundidos.

    La protección de los derechos fundamentales no es tarea única de jueces y tribunales encargados de su garantía. Hay libertades que corresponde protegerlas principalmente a quienes las ejercen. La libertad fundamental de expresión exige esta autoprotección que va desde la veda de cualquier regulación externa hasta su ejercicio práctico de conformidad a los códigos internos de cada medio de comunicación.

    No era posible naturalmente que el Gobierno incluyera la libertad de expresión entre los derechos restringidos en los decretos de alarma sanitaria por la covid-19.El único límite a la libertad de información es el de la veracidad de lo que se cuenta, y el único límite a la libertad de opinión es el insulto, porque en nuestro ordenamiento, ni en ningún otro, existe un derecho al insulto.

    La esperanza se agarra con fuerza al futuro que está ya llegando a nuestras casas y trabajos, a esa necesidad de seguir siempre en un nuevo lugar bajo circunstancias tan tristes como las que nos ha tocado vivir.

    Aunque lleguemos a conocer todos los hechos reales de la pandemia, seguiremos dando vueltas a lo que parece que pasó más recientemente aunque haya ocurrido hace muchos meses.

    03 oct 2021 / 01:00
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