Llegarán los lamentos en enero

PARECE ontológicamente imposible reprimirse voluntariamente las ansias de salir de compras y precelebrar la Navidad que viene. El Gobierno, mientras tanto, no sabe ni contesta a la espera de lo que hagan las comunidades autónomas.

Si no queremos que lleguen los lamentos en enero con la tercera ola de la COVID, hay que quedarse en casa en las próximas fiestas. Si ya son mayoría los ciudadanos concienciados de esta necesidad, a qué sigue aguardando el Gobierno para decretar el confinamiento domiciliario para evitar que esa otra minoría nos lleve al desastre.

En algunos países se ha prohibido cualquier festejo navideño. No es preciso tanta represión, basta con que se limite la libertad de circulación de los ciudadanos por cualquier punto del país. El Gobierno dispone del instrumento constitucional desde hace semanas y solo necesita voluntad política firme por encima de miramientos comerciales legítimos y de los deseos de todos de estar en estas fechas con todos los nuestros.

Nadie quiere que lleguen los lamentos y el dolor en enero. No perdamos más tiempo contando el número de reunidos o si los niños cuentan o no, y que el Gobierno cumpla con su responsabilidad decretando el cierre del país por navidades.