Lo inesperado

NUNCA estamos preparados para la muerte. Y sin embargo es un hecho biológico tan natural como el mismo hecho de nacer. El dolor y el desgarro del ser querido nos rompe. Del padre, del hijo o del amigo. Somos de carne y hueso. Frágiles. Arcilla y polvo que vivimos la vida que o bien nos toca o bien hemos elegido. A veces quizá ni siquiera es así.

Nos damos cuenta de la cotidianidad de la vida y sus pequeñas y grandes cosas hasta que en un segundo o una fracción, todo acaba. Y el vértigo del vacío nos rompe, como el de la voz ya enmudecida en la gélida frialdad de un adiós inesperado y luctuoso.

El pasado miércoles el conselleiro de Facenda fallecía repentinamente. En su lugar de trabajo. Un servidor serio, riguroso y tan discreto como sencillo, leal y honesto como pocos. Amor a Galicia. Entrega y una capacidad de servicio solo igualable a sus certezas y garantías en el saber y la seguridad y confianza que transmitía en lo que hacía y la acción de gobierno tan necesaria.

Las cuentas son las cuentas. Equilibrar estas y asignar lo que había que asignar a las otras carteras de gobierno son una pieza clave en el Gobierno. Y aquí la solvencia de Valeriano Martínez y su equipo era extraordinaria.

Se marcha un hombre sencillo y leal. Lo hace de un modo traumático y, si me permiten, injusto para él, para su familia, para Galicia y para su presidente y compañeros de Gobierno. El pésame ha sido unánime en toda la clase política lo que da buena muestra de la calidad humana y profesional y técnica del desaparecido conselleiro, más técnico que político y cuánta falta hacen profesionales que tengan esa impronta de saber hacer. Por una vez los partidos dejan a un lado lo superficial.

Una familia rota por un adiós robado por lo fugaz y repentino de un hachazo mortal.

La muerte es inesperada, deshumanizadoramente inesperada que no es esperable. Gracias conselleiro por tus años de servicio a ese nuestro gran país que es Galicia.