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Lo que arde

    ÉRASE una vez un bosque denso y frondoso en el que la vegetación brotaba por doquier. De pronto, un mal día, llegó el fuego. Y los árboles, incluso los más robustos del paraje, empezaron a consumirse. Mientras caían, algunos, los más alejados de las llamas, negaban la existencia del fuego. Otros, desconfiaban de su capacidad y su velocidad de propagación. Muchos, sobrecogidos por lo dantesco del espectáculo, se preguntaban por el origen... ¿Sería fortuito o provocado?

    ¡Hay que buscar a los culpables de inmediato! ¡Que dados eran los habitantes de aquel bosque a señalar y que poco les gustaba buscar soluciones cuando éstas les exigían cambios! Y así, mientras la mayoría trataba de quitarle leña al fuego e insinuaban que tampoco se veían tantas llamas, los más aguerridos aseguraban que no había una mejor manera de evitar fuegos futuros que quemando. Entre tanto corralillo, las llamas seguían expandiéndose por ráfagas.

    Cuando llegaron al bosque camiones y más camiones cisterna cargados de agua, parecía que la suerte de aquel páramo podía empezar a cambiar. Y al principio, así fue. Pero como diría Sabina, “el agua apaga el fuego y al ardor los años”. Y además de fuego en aquel bosque había demasiado ardor... Estaba el ardor de aquellos que no habían visto las llamas ni siquiera de lejos y a los que tanto hablar de incendio hacía tiempo que les quemaba. Estaba el ardor de los que querían creer que el agua sofocaría cualquier fuego, por pequeño que fuera.

    Y entre tantos ardores, fueron muchos los terrenos sin limpiar en los que las llamas prendieron de nuevo con fuerza. Para más INRI, los responsables se empeñaban en permitir que los graneros del bosque se llenaran de paja seca cada vez que el fuego daba una pequeña tregua. ¿Acaso no tienen los graneros derecho a subsistir y la paja a disfrutar? Pues eso, debieron pensar. ¡Carpe diem! ¡Hagámonos unas pajas!

    ¡Menuda paja mental!, pensaron los árboles más cabales. Pero, ¿cómo se frena esto? ¿Qué debemos contener? ¿Basta con retener a los pirómanos? ¿Basta con limitar el aforo de los graneros? ¿Basta con dejar que corra el fuego para conseguir llenar el bosque de cortafuegos naturales? ¿Basta con multiplicar las brigadas de bomberos? ¿Basta con garantizar los suministros y las dosis de agua?

    Claro que no. Es necesario, pero no basta. Porque mientras los pirómanos, los terrenos a monte, los graneros y la paja seca no se conciencien, será imposible extinguir las llamas. Lo malo es que, por desgracia, la paja sólo se suele ver en el ojo ajeno. En fin: ¡Pobre bosque!

    16 dic 2021 / 01:00
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