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Lo que se cuece

    SE DIJO, sin ánimo de ofender, que España se estaba quedando mayormente para país de camareros, y luego vino la pandemia para hacer un daño extraordinario a la hostelería, a la restauración y al turismo. Se dijo luego, y con razón, que no se pueden poner todos huevos en el mismo cesto, con perdón. En economía equivale a una especie de suicidio, aunque a veces haya cestos muy apetecibles. La diversificación suele ser positiva, y es posible que el sur de Europa tenga que crecer más allá del turismo y de los bares, pero sin abandonar el turismo y los bares. Creo que la pérdida de esa forma de vida, que tiene que ver con la risa y el abrazo, hace tanto daño como otras pérdidas. No hemos de perder nuestras cosas buenas: otro asunto es que el virus nos las haya arrebatado.

    Pienso en esto mientras se estrena en Televisión Española la quinta edición de ‘MasterChef Celebrity’. Digo quinta edición porque, en contra de lo que suelo hacer, me he levantado a mirarlo. Esta es una de las gallinas de los huevos de oro (por seguir con el tema de los huevos y el cesto) de la televisión pública, que, o eso me pareció, anuncia ya más programas culinarios. Está ese del chef Peña con Tamara, que combina un ‘spin off’ de ‘MasterChef’ con los viajes gastronómicos de Peña, que molaban. ‘Comerse el mundo’ me animaba mucho, y podría haberse titulado ‘Cocineros en el mundo’, o ‘Cocineros viajeros’, ya puestos. Viajar, comer, tal vez soñar. Puede que en eso se resuma gran parte de la felicidad: sobre todo ahora.

    La visión de la cadena pública a la hora de montar programas en torno a la gastronomía es extraordinaria. ¿Mucha cocina? Tal vez. Pero imagino que funciona muy bien, porque después de todo es uno de nuestros grandes temas. Es jugar sobre seguro. Anoche, la vuelta de ‘MasterChef’, con las celebridades, me hizo pensar que se parece algo a la liga de fútbol. Forma parte de los entretenimientos que rellenan el vacío, aunque hay gustos para todos. Tengo la sensación de que no ha terminado una edición del concurso culinario y ya está empezando otra, sea en versión anónimos o famosos, o bien en la versión de infantes cocineros, que es el otro formato. Todos ellos de éxito probado. Aunque reconozco que es este, ‘MasterChef Celebrity’ el que más se acerca al espectáculo. El caso es ver lo que se cuece.

    A estas alturas de la película es bastante obvio que el concurso se ha convertido en un gran transatlántico, que navega por las parrillas con una seguridad aplastante. Nadie discute que la cocina puede ser anecdótica al lado de las tormentosas relaciones personales, las afinidades y las enemistades, como en cualquier ‘talent show’ o telerrealidad que se precie. La televisión necesita quizás esos combustibles, esos morbos y esas cosas. Y lo grave es que a veces también parece que los necesita la realidad, si la observan con cuidado. ¿No nos movemos un poco en formato concurso de talentos? ¿La realidad imita a la televisión? Habrá que pensarlo.

    Pero, en fin, de comida también se habla en ‘MasterChef’. Y, sobre todo, se hace una magnífica promoción de la diversidad gastronómica y alimentaria de este país, que es una de esas grandezas que sobrepasan todas las discusiones ideológicas y las mezquindades habituales. He ahí, al fin, un gran acuerdo.

    16 sep 2020 / 00:00
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