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Los decibelios

    TIENE razón Pedro Sánchez al decirle a sus aliados gubernamentales que las cosas irían mejor con los decibelios más amansados. Aunque sólo fuese porque, con menos ruido, serían capaces de escucharse mejor los unos a los otros. Porque si bien es comprensible que el Partido Socialista y Podemos tengan distintas ideas sobre muchas cosas, también es exigible que, ya que acordaron formar Gobierno juntos, adopten procedimientos para la toma de decisiones que trasladen a la ciudadanía que, efectivamente, sin ser lo mismo, trabajan juntos.

    Y eso no es lo que se desprende, precisamente, de
    las últimas actuaciones de Podemos, que ha llegado al extremo de contactar con los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, incluido el Popular,
    para tantear las posibilidades de votos contrarios a ciertas propuestas del Gobierno. Se mire como se mire, eso es desleal e incluso diría que cochino.

    Ya son muchos los que le han dicho a Pablo Iglesias que no se puede ser Gobierno y oposición al mismo tiempo, y menos aún ser oposición desde dentro del propio Gobierno. Y hubo también quien le recordó que, sean cuales sean los desacuerdos, no es así como se les busca remedio.

    Lo que muestra Iglesias es amor con precio, y eso
    ya no es que no sea amor verdadero, ni siquiera cariño, sino práctica de oficio que no por ser antiguo es honorable.

    No, no vale ninguna disculpa para justificar esas actuaciones. Ni tan siquiera los aparentemente más inocentes, pero no me-
    nos perversos, mensajes twitteros de Echenique. ¡Cómo si él fuese inocen-
    te de todos los pecados!
    Si van en serio son sucios, y si van de broma, menu-da gracia.

    Si fuimos bastantes los que recibimos con gesto de amargura la conformación de esta coalición gubernamental, pero tragándonos la circunstancia de que no era visible ninguna otra combinación parlamentaria para poder formar un Gobierno, lo cual era, desde luego, obligación ineludible, quizá seamos aún más –firmando manifiestos o no– los que deploramos la descomposición de autoridad que todos esos comportamientos evidencian.

    Y como las cosas, pan-demia mediante, no van bien y hasta puede que, por lo menos durante un tiempo, no mejoren mucho, más vale que, por lo menos, no se le eche leña al fuego. ¡Basta ya!

    La prolongación de este dislate no creo que beneficie, electoralmente, quiero decir, ni al Partido Socialista ni a Podemos, ni a los dos juntos, que deberían mostrar la fuerza de armar una alternativa progresista para España. La oportunidad que se perdiese, desde luego, tendría una enorme e imperdonable trascendencia.

    04 mar 2021 / 01:00
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