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Los peques y la covid-19

    NO me negarán que entristece comprobar cómo son siempre los más vulnerables e inocentes de la sociedad los que tienen que soportar, una y otra vez, y con más rigor, los errores, descuidos y despropósitos de esta civilización supuestamente moderna y avanzada en la que les ha tocado vivir. Da igual el contexto en el que vivan, o incluso las circunstancias en las que se encuentren. Nuestros niños y niñas sufren, incluso sin saberlo, la falta de atención y protección que merecen. De ahí la desorientación que tantas veces evidencian a la hora de afrontar, por ejemplo, las consecuencias de su inmerecido confinamiento, o las restricciones con las que se encontrarán cuando llegue el momento de regresar a las aulas.

    Los adultos acostumbramos no sólo a ignorarlos y a no contar con su opinión en momentos críticos, sino incluso a distorsionar la realidad a la hora de relatarles las circunstancias excepcionales que vivimos todos, ellos incluidos. Opino que deberíamos ser más sinceros con ellos. Otra cosa es que nos dé vergüenza o seamos incapaces; precisamente, porque resulta evidente que son ellos, y no otros, quienes conforman el colectivo al que más prohibiciones imponemos, por ejemplo, a la hora de no permitirles jugar a las palas o a la pelota en las playas, cuando todos sabemos que son precisamente sus colegas adolescentes quienes generan más situaciones de contagio, y quienes menos acatan y respetan las preceptivas normas de seguridad y distancia social. Y así seguimos, presionándolos y vigilándonos, familiares y autoridades, pese a que los expertos ya nos han indicado que ellos no son, ni han sido nunca, los temidos ‘supercontagiadores’. Su comprensión y cumplimiento de las directrices y normas que les vamos indicando no sólo resulta ejemplar, sino que es inversamente proporcional al temerario desafío que vemos todos los días entre aquellos que les deberían superar no sólo en edad, sino también en formación y madurez.

    A nivel internacional, la cosa está todavía peor. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), señala que 152 millones de niños realizan hoy día “trabajo infantil”. Yo prefiero decir que están siendo explotados laboralmente. 73 millones de ellos asumen una tarea peligrosa o de alto riesgo. ¿Quién se ocupará de ellos; de los más vulnerables dentro de los vulnerables? Por si esto fuera poco, la ONU asegura que un cierre prolongado de los centros escolares (generalizado en la mayoría de los países de los cinco continentes) podría generar una “catástrofe generacional” (sin contar a los más de 250 millones de niños que no recibían formación escolar ya antes de la pandemia). Como vemos, algo estamos haciendo mal. No debemos olvidar que nuestro futuro compartido, así como el progreso y el avance del mundo que habitamos dependerá, en primera instancia, de aquellos a los que tenemos más reprimidos y olvidados.

    www.josemanuelestevezsaa.com

    10 ago 2020 / 00:16
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