Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Los renglones torcidos de...

En Los renglones torcidos de Dios, un personaje salido del brutal y grotesco espectro de seres irracionales que pueblan el psiquiátrico donde transcurre la novela dice, como erigiéndose en el mayor de los sabios, que en esta vida todo el mundo busca algo y que la locura no es sino el camino más corto para saciar esta búsqueda. Una frase muy lúcida, sobre todo en la boca de un loco, aunque luego, en el devenir de los acontecimientos que conforman la trama, no queda del todo claro que esto tenga continuidad en la obra. No se ofrecen argumentos sólidos que avancen en esta dirección, y ni siquiera se hace evidente si es ese el camino que quiere emprender su autor, Torcuato Luca de Tena, que prefiere juguetear guiándonos a los lectores por los laberintos subjetivos de la paranoia más que esclarecernos en busca de qué verdad absoluta se adentró en el universo de los manicomios y de la salud mental que hoy, 43 años después de su escritura, se encuentran tan de actualidad en el debate político y social.

El psiquiatra que dirige el sanatorio que describe Luca de Tena, una institución que todavía navega por los mares decimonónicos de esta rama de la medicina, identifica “los renglones torcidos de Dios” con los errores en la creación de las personas allí recluidas a imagen y semejanza de la divinidad. Serían copias imperfectas, más parecidas al diablo que a su antagonista celestial. Si nos apropiáramos del lenguaje de la teoría de Darwin, pero sin ser Darwin ni pretender imputarle ninguna idea de nuestra particular interpretación de sus leyes, estas pobres figuras de aspectos desangelados y mentes extraviadas se podrían considerar las excepciones de la Evolución. A no ser que reconozcamos, que signos también hay para ello, que las rarezas vivientes seamos precisamente nosotros, los que nos tenemos por cuerdos, y entonces tenga razón el personaje loco al que hicimos referencia en el inicio: si la locura es el camino más corto hacia lo que todo ser humano busca
–y en conjunto, la Humanidad–, seríamos nosotros, los aparentemente sensatos, los que realmente nos habríamos apartado definitivamente del proceso evolutivo correcto.

Nadie quiere vivir con el estigma de ser reconocido como uno de los renglones torcidos de Dios –ni como una involución deforme de la evolución humana– y, sin embargo, continuamente nos erigimos en sabios, como el personaje loco del principio, y encerramos en ese círculo maldito a una parte de la humanidad de cuyas formas físicas e intelectuales desconfiamos. A veces, lo más divertido –y a menudo la búsqueda vital de la gente más brillante– es hacer equilibrios por el filo de la navaja que divide el mundo cabal del desequilibrado y sembrar la duda a tu alrededor, como hace Luca de Tena con su personaje principal, interpretado en su más reciente versión cinematográfica por una Bárbara Lennie tan bárbara como siempre en el desempeño de su papel, en este caso indescifrable entre la dulce demencia y la cruda lucidez.

Los renglones torcidos de Dios es un libro y una película de recorridos mentales que destaca por la densidad de curvas inesperadas que nos descubre en el tránsito de ida y vuelta a los paraísos de la memoria íntegra o perturbada. Fue concebido y escrito durante la Transición española, esa odisea nacional realizada concienzudamente pero con perturbaciones varias e inevitables que también se reflejaron en su improvisada hoja de ruta, una etapa que sirve de trasfondo para que Torcuato Luca de Tena, miembro de una ilustre familia de editores de prensa, recomponga el abc del puzle existencial que atravesaba el país.

En los años en que se publicó y se leyó esta obra, Felipe González, que ahora celebra el cuarenta aniversario de su victoria en el 82, intentaba reescribir los renglones torcidos de España, desencajada de la historia evolutiva moderna desde el grosero borrón que en el año 36 le endosó el peor de los escribanos. La llegada del PSOE al Gobierno le dio un final feliz a la Transición, según la tesis de Feijóo, que justificó de esta manera su voto al líder andaluz en aquella transcendental ocasión en que era menester elegir entre cambio o continuismo, dualismo en el que muchos quisieron ver la oposición entre la locura y la sensatez.

Luego el PSOE, erigido en el sabio que explora atajos para acortar las esperas, también trazaría sus propios renglones torcidos. Hay quienes piensan que en el último de ellos se inscribe Pedro Sánchez, una especie de Bárbara Lennie en masculino. Un buen actor al que unos ven alocado y otros consideran el más prudente de los revolucionarios.

26 oct 2022 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.