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Los republicanos, partidos en dos

    EL Partido Republicano se resiente todavía, y le pasará durante mucho tiempo, de las consecuencias del paso de Donald Trump por la presidencia de Estados Unidos y en el liderazgo del partido. No le va a resultar fácil al Viejo Partido desprenderse de una forma de entender la política, de los bulos, de las teorías de la conspiración que ha inoculado en el país. Los dirigentes republicanos se debaten entre mantener la influencia de Trump y comenzar a desprenderse de su influjo. Los sucesos vividos la pasada semana con los debates en torno a la congresista Majorie Taylor Greene, partidaria de las teorías conspiranoicas de Qannon y la actitud de la número tres de los republicanos en el Congreso, Liz Cheney, que votó a favor del impeachment a Donald Trump, aumentando el cisma dentro de su partido.

    Hasta que los republicanos no pasen página del presunto fraude en las elecciones presidenciales que han aupado a Joe Biden a la Casa Blanca y vuelvan a su posición de partido moderado y defensor de la Constitución como ha sido su tradición, no comenzará a reparar la fractura que en este momento representan Taylor y Cheney.

    Taylor, una reciente congresista elegida por una circunscripción hiperconservadora de Geeorgia, que se ha caracterizado por dar pábulo a las teorías conspirativas, que se mostró partidaria de los tuits en los que se animaba a pegar un tiro a la presidenta del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi, de ideas antisemitas, negacionista incluso de algunas matanzas sucedidas en escuelas de Estados Unidos y, por supuesto, furibunda partidaria de Trump, fue separada de dos comités parlamentarios a pesar de que cuenta con el apoyo de los congresistas más trumpistas, porque once congresistas republicanos votaron con la mayoría demócrata. Taylor dijo que renegaba de sus posiciones conocidas y se mostró víctima de un ataque coordinado de la prensa y de la izquierda.

    Liz Cheney, por el contrario, resultó absuelta del intento de apartarla de sus puestos por parte de algunos de sus compañeros por apoyar el impeachment contra Trump como consecuencia de la invasión del Capitolio tras su discurso del 6 de enero.

    Taylor y Cheney representan dos visiones de la política que ha de seguir el Partido Republicano, o la vuelta a las esencias o la continuación del trumpista. No es la primera vez que una facción del partido, como ocurrió con el Tea Party, intenta copar el debate ideológico y llevar a los republicanos a las posiciones de ultraderecha. Pero los partidos son máquinas cuya finalidad es ganar elecciones y nunca los republicanos obtuvieron más votos que con la candidatura de Donald Trump.

    Las últimas peripecias en el Partido Republicano demuestran su división, que se debate en la crisis para encontrar su rumbo. Se trata del desconcierto que se apodera de los partidos cuando sufren un batacazo electoral y deben afrontar un cambio de liderazgo, que en este caso deben resolver cuanto antes, sobre todo si se deciden por abandonar la vía de la confrontación y de los hechos alternativos que impuso Donald Trump.

    08 feb 2021 / 00:00
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