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Los retos de la Alianza

    LOS objetivos de la Cumbre de la OTAN en Madrid han quedado claros: 1) identificar las amenazas a las que se enfrentan los aliados; 2) definir los recursos necesarios para hacer frente a esos riesgos tanto ahora como en el futuro; y 3) consolidar un Tratado Atlántico que, tras la invasión rusa de Ucrania, aparenta más necesario que nunca. Tres desafíos muy amplios que implican, como indicó el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, una verdadera “hoja de ruta en un mundo cada vez más peligroso e imprevisible”.

    Hablamos de una estrategia global e integral que actualiza la de 2010 acordada en Lisboa, pero que no logrará por sí sola poner freno a desafíos propios de la UE, como las recientes oleadas migratorias (la última de colectivos sudaneses que huyen de la hambruna y la guerra), la amenaza del terrorismo islámico (aunque el yihadismo y el Sahel han sido mencionados explícitamente), la vulneración de las integridades territoriales, o la injerencia militar en las fronteras de los países miembros. Es decir, en Madrid se han sabido diagnosticar los males que nos acechan, pero nada se ha dicho de cómo remediarlos.

    A mayores, contextos como el europeo se enfrentan a retos que trascienden a la propia OTAN, pero que influirán en nuestro devenir, como el aumento de la inflación, el deterioro del Estado de bienestar, y la crisis de suministros alimentarios y energéticos. Por eso el reforzamiento del flanco este europeo constituye, pese a su poderoso mensaje en Defensa, apenas un parche a los múltiples desafíos que nos aguardan. Y de ahí también la necesidad de seguir aumentando nuestra inversión en Defensa.

    En el caso de España el compromiso con la OTAN acarrea duplicar el gasto, hasta llegar al 2% del PIB en 2029, lo que supone otro rifirrafe en el seno del Gobierno de coalición, pese al mutismo convenenciero pactado con Podemos durante la Cumbre.

    Un silencio que contrasta con la férrea oposición a todo lo que implica la Alianza, mostrada estas últimas semanas por los mismos que en la Cumbre bajaron la voz, quizá conscientes del deterioro de la imagen de España y la desconfianza que ha generado nuestro Gobierno entre los grandes líderes internacionales tanto a la hora de tomar decisiones, como de ejecutar acciones, sobre todo frente a Rusia, China y el eje bolivariano de América Latina.

    Ojalá esta Cumbre celebrada en Madrid haya servido, al menos, para recordarle a nuestro Gobierno que no puede vivir aislado políticamente de las grandes democracias occidentales. El respeto a EE.UU. y a Biden es todo un logro. Y debería contribuir también para abrirle los ojos a una UE cobijada en una burbuja de aparente bienestar que, de seguir así las cosas, terminará pinchándose. Pongamos los medios para esto no llegue a suceder nunca.

    02 jul 2022 / 01:00
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