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Luces y balas sobre Génova

Como si fuesen expertos catedráticos en física cuántica, los inquilinos regentes de Génova 13 muestran estas semanas una predisposición inusitada a basar su oposición al Gobierno de Sánchez en complejas teorías energéticas. La luz en todas las funciones que conocen, la que ilumina las encuestas que ahora les son favorables y la que asciende imparable día a día en el recibo de las compañías eléctricas para desgracia de los ciudadanos, parece que les recarga las pilas y por fin se ve claridad en los pisos más altos de la sede central madrileña que hace solo unos meses el mismo Pablo Casado pretendía poner en venta para olvidar su oscuro fracaso en las elecciones catalanas, y acabar así con los fantasmas nocturnos que proyectaba.

Efectivamente, el presidente del PP y líder de la oposición en la Carrera de San Jerónimo se encontraba ya saliendo de sus propias tinieblas, con Ciudadanos definitivamente fuera del foco electoral y Vox de vuelta a la penumbra de los tiempos pretéritos de los que surgió, cuando de repente llega la que en principio era considerada una de las grandes aliadas suyas, la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, e inesperadamente le apaga el interruptor general que da luz al edificio popular de Génova 13.

Definitivamente, a Pablo Casado parece que lo ha mirado un tuerto y así, con el mal de ojo perennemente encima, es difícil ver despejado el futuro por mucha iluminación que se concentre a su alrededor. Con amigas como Ayuso y sus repentinas aliadas, Esperanza Aguirre y Álvarez de Toledo, una triple A tenebrosa y temible que acecha a la cúpula popular, qué falta le harán al presidente del PP más enemigos.

A Casado, al que se le podría comparar con Billy el Niño por su rapidez desenfundando pero no por su puntería, sólo le queda una bala para tratar de llegar a La Moncloa, un solo proyectil letal que es el que debe disparar con acierto en los comicios generales que se celebrarán en 2023, donde si falla el tiro no tendrá otra que irse para casa. Es una única bala, pero esa oportunidad no se la va a robar nadie dentro de su partido, por mucha guerra civil que su torpeza pueda provocar, por lo que debería concentrar todos sus esfuerzos en mantener el pulso bien entrenado y en tratar de atinar con el punto de mira. Aun sin cruentas batallas internas, no lo tendrá fácil porque el presidente Sánchez no es un blanco fijo en la diana política, sino un culo de mal asiento al que es difícil acertarle en uno de sus órganos electorales vitales. Y no vale con herirlo, simplemente, pues el máximo dirigente socialista ya demostró que se maneja bastante bien con los asistentes de respiración asistida que nunca le faltan.

Por el motivo expuesto, el hoy seguro candidato del PP en 2023 no debería ni abrir ni cerrar vías a ciegas entre Génova 13 y la Puerta del Sol y sí pactar cómo pagar el recibo de la luz de la sede principal de su partido a medias con Ayuso. Porque si, alentado por su segundo, García Egea (fiel ejemplo del refrán No hay más ciego que el que no quiere ver), le estampa en las narices a la reina Sol la puerta por la quiere acceder a la presidencia del PP madrileño, inequívocamente, le abrirá la que conduce a una contienda interna en la que la formación conservadora estaría condenada a gastar todas las reservas que le quedan de munición, para regocijo de Sánchez.

Casado ideaba vender la sede de Génova 13 para deshacerse de los espectros de las épocas de Aznar y Rajoy que ahuyentan los buenos espíritus que necesita en su presente. Pero ahora ya tiene sus propios fantasmas paseándose por los pasillos que Ayuso llenó de sombras. O se entiende con ellos o puede que llegar llegue a la línea de salida de 2023, pero igual alguien le cambia su única bala verdadera por otra de fogueo.

17 sep 2021 / 02:00
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