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Luz Gabás y su novela-río

    HABLÉ con Luz Gabás a las nueve de la mañana, quizás la entrevista más tempranera que yo haya hecho nunca. Se lo dije y nos reímos. Pero ella me reveló entonces que había sido entrevistada alguna vez a las ocho de la mañana. Quién sabe si incluso antes. Y no hablaba de aquella etapa en la que fue alcaldesa de su pueblo, Benasque, y por la que aún le preguntan una y otra vez después de haber ganado el Premio Planeta de este año, sino de entrevistas literarias que, según se me alcanza, rara vez se producen en las horas próximas al amanecer. Pero Luz Gabás está ya muy acostumbrada a los micrófonos y a las cámaras. A la hora que sea. No hay problema con eso.

    También lleva bien la gira del premio, que implica prácticamente la vuelta a España, como es bien sabido. Tras el éxito de ‘Palmeras en la nieve’, que tuvo luego una extensión cinematográfica, igualmente bien recibida, su nueva novela regresa al mundo colonial, que, por lo que se ve, le inspira mucho. “Pero ‘Palmeras’ era más en clave cercana, habla de nuestro propio pasado”, me dice. Aunque se construía, añado yo, como la nueva, en torno a una historia de amor prohibido. “Todo es el amor, finalmente”, me dice Luz.

    ‘Lejos de Luisiana’ es una novela río. Y nunca mejor dicho. El Misisipi toma todo el protagonismo a lo largo de sus más de 650 páginas, sin perder el aliento narrativo ni el gusto por el descubrimiento. Viajamos a lomos del río, cuarenta años antes, al menos, de Mark Twain, el gran especialista de la zona. “Ni los barcos tenían nada que ver varias décadas antes”, apunta Gabás. Acostumbrada a distancias más cortas (incluyendo la celebración de la naturaleza y la vida rural, como en ‘El latido de la tierra’, publicada en 2019), irse a esta Luisiana de 1763 le ha costado, me dice, un gran esfuerzo. Ha querido replicar los grandes novelones decimonónicos que adora, esas largas historias que el río de la narración arrastra, fragmentos de vidas de las que conocemos su lado interior, su lado doméstico, pero siempre en el marco de grandes acontecimientos. Así sabemos que Luisiana fue también española, cedida por los franceses, lo que nos llevó a controlar durante un tiempo un territorio complejísimo, deseado por muchos, nativos y colonos, también habitado por esclavos, hasta el punto de que toda la historia de la época se da cita en este lugar convulso, de intereses cruzados, donde los indios luchan por la supervivencia (vamos descubriendo tribus diversas, aunque el protagonista, Ishcate, pertenece a la tribu kaskaskia), y donde, de nuevo, surge un amor improbable, que intenta resistir los embates de un mundo en ebullición. Sin duda, el escenario narrativo favorito de Luz Gabás.

    “La palabra Misisipi nos evoca muchas cosas. España estuvo allí cuarenta años. Algo lejano para mí, sí, pero no tanto. Los seres humanos compartimos inquietudes semejantes, no importa dónde estemos. Es importante saberlo. La novela partió de mi descubrimiento de un personaje real, el gobernador Bernardo Gálvez. Los hechos históricos están bien, pero me interesa más la vida cotidiana. Me interesaba conocer bien a los nativos norteamericanos, por ejemplo. Y que aparecieran con absoluta dignidad. Aprendí proverbios, costumbres, cómo crece un indio joven que de pronto entra en contacto con numerosas culturas europeas que sin duda van a borrar la suya... Pero cuando escribes algo así, tienes que atender a todo. Todo importa. No puedes dejar nada de lado, nada”, dice Luz, que ya tiene experiencia. También hablando de cómo se gestó esta novela te descubre que ella es una mujer-río.

    08 dic 2022 / 01:00
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