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Mal día

    RETRASÉ bastante la entrega de mi columna, esperando a ver lo más que pudiera del debate sobre la moción de censura que presentó Vox contra el gobierno de Pedro Sánchez. Quizá no haya valido la pena esperar tanto, porque lo que podría ser sustancial de la misma, que debería haber sido la intervención del censurador, resultó ser más que muy previsible.

    Tanto Abascal como el portavoz ocasional que Vox hizo subir a la tribuna, recuperaron en ella toda la retahíla de argumentos o, mejor dicho, acusaciones, que vienen vertiendo contra el Gobierno de coalición desde el mismo momento en que se constituyó. No aportaron nada nuevo. Así que, como dije, podría haberme ahorrado la espera.

    Sólo diré que me sigue sorprendiendo que en el Congreso de los Diputados se llegue al extremo de calificar como criminal la acción de un Gobierno, de este o de cualquier otro. En esto sí que insistió Abascal, recordándome algunos de los peores momentos de nuestra historia parlamentaria, en los años previos al estallido de la Guerra Civil.

    Pero yo no quiero tener recuerdos tan largos: pertenezco a una de las generaciones que, por vivir la transición a la democracia, creyeron haber superado incluso los recuerdos de aquellos tiempos oscuros. Y aunque uno nunca debe olvidarse ni esconder su pasado, yo quiero hacer pie más firme en mi presente, que empezó el día en que me comprometí firmemente con la lucha democrática, concretada, llegado el momento, con el apoyo a la Constitución.

    Y desde esa posición, que aún mantengo, la parte de la sesión que pude seguir me resultó dolorosa. No quiero pensar que mi país estuviese verazmente representado en ella. No puede ser. La demagogia, las mentiras y la acritud que se han vertido allí no forman parte de la cultura cívica que nos hemos dado los españoles en estas décadas más recientes de nuestra historia. No somos así.

    Nuestras diferencias ideológicas o de cualquier otro tipo ya no volverán a empujarnos a enfrentamientos viscerales, en los que nos colocamos unos como enemigos de los otros. Ya no. España ya no es así. Nuestras diferencias las dilucidamos sin negar la legitimidad respectiva. Unos seremos de esta manera y los otros de la otra, pero todos respetables. Hasta patriotas digo, si quieren.

    Mientras ustedes leen estos renglones, el debate sigue. Y se estará produciendo, además, una de las más esperadas intervenciones, que será la del representante del PP. Quiero, deseo, anhelo que también él comparta esto que yo digo, que he compartido ya con muchos de sus propios correligionarios.

    22 oct 2020 / 00:00
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