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Maniqueísmo en campaña

    CUALQUIER campaña electoral es terreno abonado para apelar a los sentimientos más que a la razón, al menos en todas aquellas en las que los electores no se encuentran ante un momento histórico de cambio de ciclo en las que la ciudadanía se juega su futuro. Lo que ocurrió en las elecciones autonómicas de 2019 en Castilla y León en las que el PP dejó de ser el partido más votado y estuvo a punto de perder el Gobierno después de treinta y dos años de mandato consecutivo, no va a ocurrir en esta ocasión.

    Que el PP aparezca como el vencedor de los comicios en todos los sondeos –salvo en el del CIS– es lo que permite a los urdidores de la campaña electoral poder dedicarse a trasladar la idea de que no son solo unas elecciones autonómicas sino que sus resultados tienen trascendencia nacional, porque lo que los ciudadanos van a votar es entre el fortalecimiento de Pablo Casado como líder nacional de la formación, o ahondar la debilidad de Pedro Sánchez para impedir que vuelva a ganar las elecciones generales y reedite el pacto Frankenstein.

    Esta situación es la que permitirá que toda la campaña electoral sea un acto continuo de maniqueísmo del más burdo, según el cual todos los males que aquejan a la comunidad autónoma tienen un solo responsable, el presidente del Gobierno, que no solo les ningunea con los ingresos sino que legisla en contra de los intereses de sectores clave para la economía, y que todo los bueno se debe a su acción de gobierno a pesar de que en los años de ejercicio no han resuelto los problemas estructurales y muchos de los déficits que ahora se imputan al Gobierno de coalición tuvieron su origen en los gobiernos centrales del PP.

    Presentarse a la campaña con la intención ayusista de “Mañueco o el sanchismo”, es la confirmación de que el adelanto electoral ha estado motivado más por los intereses de Génova que por las necesidades de los castellano-leoneses, si acaso exacerbadas por las inoportunas y manipuladas declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre la carne. Plantear la campaña en términos binarios puede limitar el debate o que el ruido nacional no deje escuchar con nitidez las soluciones propuestas.

    Dada la proliferación de candidaturas, a Fernández Mañueco, y en correspondencia a Pablo Casado, solo le vale obtener más votos que los partidos de izquierda. Si no lo logra, la posibilidad de que Vox entre en su Gobierno –si gana las elecciones– es muy probable, aunque en el PP no se quiera mentar la bicha, porque la aritmética parlamentaria es tan inexorable como el deseo de quien gobierna de mantenerse en el poder. Eso sí que tendría una lectura nacional de consecuencias imprevisibles. Y las elecciones solo habrían servido para que el PP se vea obligado a cambiar de socio.

    29 ene 2022 / 01:00
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