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Más ciencia y
menos demagogia

    LA VACUNA es la gran frontera, pero, como todo en la actualidad, la información llega en cascada, hay muchos problemas para separar el grano de la paja. Son tres o cuatro las que parece que han tomado delantera, los informativos actualizan titulares, como se dice ahora, según el porcentaje de eficacia, que varía también a menudo. Se pide publicación científica, letra impresa en revistas de nivel, y en las tertulias, que es hoy la gran plaza del pueblo donde todo se dice, con más o menos tino, se afirma que hay miedo, respeto, escepticismo o confianza, depende de a quién preguntes. Hay mil opiniones y la peña dice aquello de yo tengo derecho a opinar, o sea, libertad de expresión. Una cosa es el derecho y otra, claro, el conocimiento.

    Aun así, se permite largar por largar, hablar por hablar, tantear el ambiente. El miedo es libre, y es normal que con la pandemia moviéndose en cifras muy preocupantes la gente no sepa muy bien a qué atenerse. Esa lucha en la cumbre por tener la mejor vacuna en el menor tiempo posible escama a muchos, pero también demuestra que cuando la realidad aprieta la ciencia avanza que es una barbaridad.

    Hay un lado comercial en todo esto, pero también está la gran necesidad, la voluntad de muchos científicos que no suelen escatimar horas y esfuerzos, lo sé muy bien. La ciencia no suele estar bien pagada, salvo excepciones, muchos están ejerciéndola lejos y no siempre por gusto, y puede que lo único bueno que traiga la maldita pandemia sea esa nueva visión positiva del mundo científico, de los excelentes equipos que viven este terrible momento con la emoción de los avances. También en este país, desde luego que sí.

    Tendemos, por falta de autoestima histórica o por algún complejo de inferioridad, a dudar de nuestros intelectos, pero en fútbol nos consideramos la pera limonera, y quizás sea cierto. Hay que mirar por la ciencia de una vez. No tendría que venir una pandemia para esto, pero llegados a este punto se demostrará que nada puede hacerse verdaderamente sin los científicos, es la mejor inversión, y quizás termine de una vez así, ante la evidencia, el desprecio a las élites intelectuales, como se dice ahora estúpidamente.

    Un ejército de líderes de medio pelo se ha dedicado a predicar las virtudes de la ignorancia y la superficialidad, no han dudado en luchar contra el conocimiento, y lo que ya no se quema en la pira, o en las montañas de libros que creían perversos, se hace en la hoguera de las redes sociales. Bien estaría que este sindiós pandémico, ya que no va a arreglar la política contemporánea, al menos nos dejara un rastro de ilustración y raciocinio, una vuelta a lo científico, que es lo único que nos puede salvar.

    Los que malbaratan la verdad, los que prefieren bañarse en la simpleza porque les da miedo la complejidad, tendrían que saber que nadie levanta esto en dos tardes, que las frases grandilocuentes, como nos dice Marcos Chicot que quizás dijo Pitágoras, enardecen a los hombres, pero suelen desgraciar a los pueblos. Vivimos un tiempo de peligrosos liderazgos emocionales, alimentados con frases publicitarias que a menudo no significan nada. Así que más ciencia y menos verborrea. Más conocimiento y menos demagogia maniquea.

    01 dic 2020 / 00:00
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