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Más sobre los indultos

    LA aprobación de los indultos parece un asunto ya decidido por el cerebro de Pedro Sánchez; ministros y prebostes del PSOE han recibido el argumentario correspondiente, que incluye palabras y frases que difunden en cualquier acto en el que participan, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Palabras como concordia, diálogo, entendimiento –vocablos positivos y aceptables–, y expresiones como “la venganza y la revancha no son valores constitucionales”,... van empapando el terreno permeable de afiliados, simpatizantes, votantes y, tal vez, de un gran número de personas, que no escuchan lo que oyen, ni ven lo que miran.

    Pedro Sánchez, tal y como lo expone, considera que la aplicación del Código Penal es venganza y revancha del Estado contra los condenados; torpe manera de interpretar la legislación penal. Quienes pueden tener sentimientos de venganza o de revancha son las personas; el Estado se basa en la Ley, y, naturalmente, los magistrados del Tribunal Supremo, decidieron movidos por las normas y penas que regulan los delitos probados.

    La aplicación de la Ley en un Estado de Derecho y democrático, no es ni venganza ni revancha, es sanción por su contravención, necesaria para que la convivencia sea posible. Quien defienda algo diferente a la organización territorial contemplada en la Constitución, deberá promover su modificación mediante las mayorías necesarias, porque se trata de una Constitución abierta, no hermética.

    Habla también de “respeto a las leyes, la Constitución y la legalidad...”, con un convencimiento que produce perplejidad. Los condenados incumplieron la Constitución, el Estatuto de Cataluña, resoluciones del Tribunal Constitucional y de cuanta norma se oponía a sus pretensiones; y, hoy, rechazan el indulto, piden amnistía –borrón y cuanta nueva– y repiten con claridad que su objetivo sigue siendo el mismo.

    En aras de la concordia, algunos piden arrepentimiento, expresión que, por su sentido aparentemente religioso; yo lo sustituiría por acatamiento de la legalidad vigente.

    La reconciliación, el entendimiento y la concordia se concretaron en la Ley de Amnistía de 1977 y en la Constitución de 1978, que, conviene recordar, fue aprobada en Cataluña con un 90,50 % de votos, en tanto la media estatal fue de un 87,90 por ciento.

    El argumento infantiloide que algunas veces se oye, “es que nosotros no votamos la Constitución”, parece pretender que cada generación apruebe la suya, con lo que la convivencia sería inestable e incierta. Hay algunos países, ejemplos de estabilidad, a los que deberían mirar quienes piensan de esta forma.

    19 jun 2021 / 01:00
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