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Mascarillas en Madrid

    LLEVAMOS semanas soportando la noticia de la famosa compra de mascarillas por parte del Ayuntamiento de Madrid durante la pandemia, tras habernos machacado con anterioridad con el caso de la Comunidad; también de Madrid, por supuesto. A estas alturas, hasta nos cuesta entender que ciertos medios se empeñen en seguir dándole vueltas a un tema sobre el que la justicia ya se está pronunciando. Incluso los acontecimientos parecen evidentes: un par de supuestos estafadores sin escrúpulos se lucraron en medio de la desesperación de nuestros gestores, en este caso del Ayuntamiento madrileño, ante la falta de material sanitario en el peor momento de la pandemia. Incluso a la funcionaria de turno se le cayó el mundo encima cuando intuyó la estafa de la que había sido objeto.

    Y sí, también tuvieron problemas altos cargos del Gobierno central, hasta el punto de estar algunos ‘investigados’ (léase ‘imputados’), en relación a la compra de material sanitario; aunque de eso no se habla en las televisiones “públicas”, evidenciando, así, y sin sonrojo, la caza de brujas que se ha emprendido contra algunos políticos, mientras se ampara a otros también sin disimulo. Fíjense que la fiscalía ha optado por no investigar al Ayuntamiento madrileño, y sí lo está haciendo, sin embargo, con figuras relevantes del Ejecutivo central. En cualquier caso, y aunque agradeceríamos una mayor ecuanimidad por parte de los medios, lo más triste es que parecemos olvidar que, a buen seguro, unos y otros lo único que pretendían era conseguir desesperadamente las mascarillas, guantes, respiradores, EPI y test que tanto y tan urgentemente demandaba la crisis sanitaria.

    Me parece bien que se investigue a los estafadores y a cuantos se hayan aprovechado y lucrado con el sufrimiento de sus conciudadanos, que se depuren responsabilidades, y que aprendamos la lección para futuras pandemias y situaciones críticas. Ahora bien; dudo mucho que, si volviera a repetirse la situación, en medio del caos y la emergencia que llegara a suponer una nueva pandemia, una guerra, o cualquier situación desesperada, se pudiera realmente evitar repetir ciertos errores. Incluso me cuesta imaginar al funcionario o al político de turno, en plena crisis, con la suficiente sangre fría y parsimonia como para demorar su respuesta indagando la solvencia de los mediadores, divagando sobre la calidad de los productos, haciendo un concienzudo y lento estudio de mercado, o fiscalizando paciente y plácidamente los contratos de compraventa y las posibles comisiones de los mediadores.

    Es obvio que cualquier ser humano responsable y comprometido, si de verdad desea gestionar y salvaguardar el bienestar de los ciudadanos, primará la diligencia y la vía de urgencia; sobre todo, si de lo que se trata es de salvar vidas humanas.

    02 may 2022 / 01:00
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