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Medianoche en el siglo

    LA Navidad transcurre apagada al debilitarse su febril actividad comercial e incluso la celebración íntima y familiar en torno a una mesa, que eran ya su único contenido una vez casi descompuestos por completo los últimos restos del ciclo navideño de la milenaria tradición cristiana. No recomendaría leer estos días Medianoche en el siglo, el más precoz alegato contra los horrores de la revolución soviética, pero lo traje hace semanas y acabé por leerlo al espléndido sol de la provincia malagueña, reconfortante estufa para quienes en esta época vivimos ateridos en Madrid tomando pastillas de vitamina D y aquí podemos salir a cuerpo.

    No había leído la novela de Víctor Serge antes citada, pero sí Del cero al infinito de Koestler y otros testimonios de la destrucción física, mental y moral que supusieron los campos de exterminio, de los que llegaron testimonios indirectos y más raramente directos como El hombre en busca de sentido, referido al régimen nazi, del psicólogo vienés del mismo nombre y apellido que el no menos ilustre historiador y compatriota suyo: Víctor Frankl.

    De la lectura del libro se deduce que el título de Serge se refiere al pensamiento, un sol ya oscuro en la Rusia soviética que atormenta al pensador compulsivo Rodión, porque él y su grupo de amigos quieren hacer todavía algo por el pueblo ruso y les tortura qué podría hacerse cuando es medianoche en el siglo, es decir si los tiempos han cedido a tal punto a la barbarie que las gentes no se atreven ya a pensar por sí mismas.

    El comunismo desapareció casi de primera línea política aunque se necesitaron 70 largos años de competición económica y confrontación general para que se hiciese patente que la motivación individual es indispensable para crear riqueza colectiva y bienestar social. Muchos aquí ignoran aún esto pese a que el comunismo pudo sobrevivir tanto tiempo porque se mezcló con el desconocimiento de esta tan obvia realidad económica que hasta los más pragmáticos acabarían adoptando.

    Sobrevivió además por la ignorancia del horror en su opaco hermetismo, y por el anhelo legítimo de justicia y fraternidad humanas, que explica que el comunismo todavía goce de injusta benevolencia y prestigio en relación al nazismo, prestigio arrebatado por gentes brutales, por ignorantes y buscadores de poder, a miles de individuos anónimos de ideas elementales y sencillas, de condición humilde y a veces motivadas noblemente por aquellos elevados ideales.

    29 dic 2020 / 00:00
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