Médicos, vacunas y elogios
LOS especialistas sanitarios han defendido prácticamente al unísono la importancia de las vacunas para erradicar la Covid-19 o, cuando menos, aprender a convivir con ella, al igual que hacemos con otros virus como el de la gripe. Además, en las revistas más prestigiosas del mundo se han ido publicando los resultados que iban evidenciando su viabilidad, seguridad y beneficios. Quienes hacemos investigación, tanto en humanidades como en ciencias, sabemos lo difícil que es publicar en ciertas revistas de renombre, sometidas a duros procesos de evaluación. Atendiendo a esos resultados y a su propia experiencia con los contagiados, nuestros expertos sanitarios sacan sus conclusiones, y nos recomiendan los viales.
Porque el personal médico e investigador, además de cuidar e intentar curar a los enfermos, se han pasado la pandemia leyendo cuanto estudio veía la luz sobre tratamientos y antígenos. La literatura al respecto nunca fue tan abundante ni estuvo tan abiertamente a disposición de la sociedad. También ahí la labor del periodismo ha de ser reseñada, pues ha ido resumiendo y trasladando a la sociedad los avances de la ciencia en tiempo y forma. De hecho, nunca hubo tal cantidad de información incluso sobre los medicamentos clásicos que todos aceptamos. Medicinas que tomamos incluso a pesar de los efectos secundarios reseñados en sus prospectos. Del mismo modo, vacunamos a nuestros hijos desde que nacen contra muchas otras enfermedades, siempre con un margen de riesgo, avalado por las autoridades sanitarias nacionales e internacionales; las cuales son cada vez más rigurosas a la hora de calibrar el balance entre riesgo y beneficio.
Afortunadamente, la ciencia avanza a pasos agigantados. Como prueba, ahí tienen la primera y reciente vacuna contra la malaria. Es verdad que hay intereses, como en todos los ámbitos del saber y de la economía, que hacen que se vaya más rápido en la investigación de ciertas enfermedades que en otras. Lo deseable sería que los esfuerzos se orientasen a paliar el sufrimiento humano en todas las patologías.
Pero ésa no es razón para cuestionar los progresos en la investigación de un virus que tiene repercusiones a nivel mundial. Por eso no concibo que se cuestione a uno solo de esos especialistas que se dejan la piel cada día por nuestra salud; que se han pasado la pandemia, y continúan haciéndolo, cuidándonos a todos, además de estudiando e informándose sobre los modos de combatirla; y que incluso encuentran tiempo para explicarle a la sociedad los cuidados y precauciones que debemos tomar, así como la importancia, los beneficios y la seguridad de las vacunas. Sólo cabe esperar que todos y cada uno de nosotros, tanto a título personal como institucional, sepamos reconocer y recompensar su labor como se merece.