Mensaje del 9 de mayo
HOY toca analizar las opciones que tiene Putin a la hora de dirigirse a su pueblo en una fecha tan señalada como la de hoy. Hablamos del Día de la Victoria que, como explicábamos ayer, conmemora el sometimiento del ejército nazi por parte de las triunfales tropas soviéticas la noche del 8 de mayo, y que logró subvertir la tradicional división de un país, Ucrania, partido en dos en distintas ocasiones de su historia (El Día de la Victoria, ECG 08/05/2022).
Putin puede orientar su discurso al supuesto éxito de su “operación militar especial” en Ucrania a fin de “desnazificar” y “desmilitarizar” el país hermano. Recordemos que la invasión comenzó también tras una fecha igual de simbólica para Rusia: el Día de los Defensores de la Patria, que se celebra cada año el 23 de febrero. En este caso centraría sus palabras en el control de la región del Donbás y en el dominio sobre todo del corredor sur hasta más allá de Crimea.
Pero también puede combinar los elogios a sus fuerzas armadas con un mensaje igual de beligerante, o más, que exponga una especie de Declaración oficial de Guerra, de forma que sus propias palabras sirvan como aval para intensificar la contienda y desplegar en el frente un mayor número de tropas, incluso de la reserva, y hasta instaurar una Ley de Movilización integral en defensa de Rusia que permita poner la economía de todo el país al servicio de la guerra.
No olvidemos que hasta ahora los esfuerzos militares y los contingentes desplegados por Putin han sido escasos en comparación con la capacidad técnica, bélica y logística de un Kremlin que, de momento, ha preferido moderar (aunque parezca lo contrario, y por razones diplomáticas y estratégicas) el uso de su inconmensurable potencial militar (perder a diez o quince de sus altos mandos militares, o incluso mil tanques, sigue siendo peccata minuta en comparación con el poderío armamentístico, balístico y nuclear que atesora).
Pero, independientemente de la orientación que le dé a su discurso, no cabe duda de que la confrontación armada al este y sur de Ucrania continuará durante varios años, al igual que sucedió tras la anexión de Crimea en 2014 y la autoproclamación de parte de las provincias de Donetsk y Lugansk como repúblicas independientes.
Para ello Rusia necesita protegerse militarmente hasta la línea curva que se traza desde Járkov al norte, hasta Jerson al sur, pasando por Dnipro y Zaporiyia, a fin de llegar incluso al Mar Negro, con Odesa a mano. Pero Zelenski no puede renunciar a su integridad territorial, ni tras los referéndums de adhesión que Putin sin duda propiciará en los territorios ocupados.
Estamos ante una nueva Guerra Fría, pero también frente a una contienda cruel y real de alcance territorial, económico, geoestratégico, religioso, étnico, y hasta lingüístico.