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¡Milagro!

    ADMITAMOS con sincera humildad cuánta razón tenía el editorialista de EL CORREO al atisbar vientos de consenso en la nueva legislatura autonómica. Frente al escepticismo del que suscribe, él insistía en un nuevo tono que se reflejaba en las intervenciones y los gestos de los tres partidos. El pesimista pensaba, sin embargo, que amagos así ya hubo en el pasado sin que tuvieran continuidad alguna. Había que copiar al incrédulo Santo Tomás y aguardar a una prueba más sólida para dar por inaugurado un periodo de concordia o al menos de hostilidad atenuada.

    Ya lo tenemos aquí. Se llama Comisión de Reactivación (podían haber buscado un nombre menos soso) y ha sentado en torno a una mesa casi redonda a populares, nacionalistas y socialistas. Muchos dirán que más que un milagro propiciado por el Apóstol se trata simplemente de un truco que se hace mirando para la galería. Supongamos que así fuera y que detrás de los semblantes serenos de los componentes de la Comisión estuvieran los instintos básicos de siempre, preparados para salir a escena a la menor oportunidad. Incluso aceptando esa hipótesis el pacto es un episodio sin precedentes.

    Los hubo informales, fuera del Parlamento, como aquella velada de Fraga y Beiras en la que ambos colosos congeniaron y quedaron para seguir hablando, aunque las circunstancias (el Prestige se hundiría meses después) impidieran que la relación se prolongara. Con todo, más allá de la espectacularidad de aquella foto que desconcertó a toda la España política empezando por Aznar, la cita de los dos leones tenía una carga personal importante, o sea, no eran el PP gallego y el BNG los que se sentaban a comer, sino dos personalidades que trascendían a los partidos y a los que tampoco importaba demasiado que el encuentro molestara a sus correligionarios.

    Ahora no son Feijóo y Pontón los que toman un pulpo juntos. Se trata de partidos, no de líderes. Y no implica a dos formaciones, sino a todas las fuerzas parlamentarias. Bien, de acuerdo, pero eso no excluye que sea un paripé para congraciarse con la opinión pública. Ahí está lo más importante. Las tres formaciones han detectado que el ansia de acuerdo es transversal, generalizado y no se limita a éste o aquél territorio ideológico. Unos palpan que ejercer la mayoría absoluta en tiempos de pandemia, requiere un plus que no es otro que los acuerdos.

    La oposición percibe que la guerra sin cuartel sin más tregua que ir un rato al rincón para recuperar fuerzas, ni siquiera sería bien vista por su electorado más correoso. Todo eso los lleva a sentarse, constituir la Comisión de Reactivación y presentarla como un éxito.

    ¿Es frágil? Sí. De todas formas ese sentimiento social generalizado que las tres siglas constatan, penalizaría severamente a quien rompiera la baraja. Habrá presiones externas para malograr el acuerdo. Encaja más en las políticas autónomas de Feijóo y Pontón que en el mapa trazado por Sánchez e Iglesias, pero aún así dinamitar la Comisión sería visto por muchos gallegos como un pecado merecedor de una rotunda penitencia. En resumidas cuentas, el editorialista no se equivocaba al detectar un talante desconocido en esta apartada orilla desde hace tiempo. Santo Tomas ha tocado y ha creído.

    17 sep 2020 / 00:00
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