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‘Millennials’

    JORNADA completa de lunes a viernes por 400 euros mensuales en una de las grandes empresas del mundo del marketing de Madrid, después de haber estudiado una carrera y un máster en la especialidad en la que trabaja. Marketing, uno de los pocos sectores que sigue airoso tras la penuria que ha traído la pandemia. Lo complementa trabajando en un restaurante de comida rápida los viernes y los fines de semana. Con todo, roza el salario mínimo.

    A 500 kilómetros, otro veinteañero espera a que la reapertura de la hostelería le permita volver a tener una jornada laboral. Alternando varios ERTE desde marzo, todavía no ha cobrado ni el 90 % de lo que le correspondía, entre trabas burocráticas y requisitos inasumibles para los que viven de los contratos temporales.

    Al menos él fue a ERTE. Uno de sus amigos vio cómo su contrato se terminaba pasado el mes de marzo y, con la pandemia mediante, la empresa tuvo la oportunidad perfecta para no renovarle su contrato a expensas de que pasara el confinamiento. El confinamiento ha pasado, el verano ha pasado, el año ha pasado, y nunca le han vuelto a poner la oportunidad encima de la mesa.

    Son los casos reales que se esconden detrás de las cifras conocidas el lunes sobre la situación de futuro de las generaciones más jóvenes, a través de una encuesta realizada por la agencia 40Db que intenta medir el impacto generacional del coronavirus. Son las generaciones que más han visto reducidas sus jornadas laborales o sus sueldos, y las que más han sufrido la pérdida de empleo. También concentran los niveles más elevados de paro.

    Los millennials, nacidos en los 80 y hasta mediados de los 90, se comieron de lleno la crisis de 2008 y pagaron sus consecuencias los años posteriores. Ahora, ven cómo todos los sectores se van ahogando poco a poco y cada vez son más los que opositan en un intento de conseguir un trabajo que, rozada o pasada la treintena, los aleje de la eterna posición del becario.

    Los que vinieron después, la generación Z, son todos esos que empezaron la carrera hace unos años, o que vivían su primer curso universitario cuando el COVID invadió sus primeras experiencias, y que ahora no conocen otro futuro que no se observe en términos de supervivencia y de intentar pasar el bache.

    Si los sectores más afectados en la actualidad por la pandemia necesitan ayudas para sobrevivir, ellos necesitan una línea en el horizonte para poder arrancar sus vidas profesionales.

    Más allá del vínculo de la encuesta con el coronavirus, el reflejo que realiza de la situación de los jóvenes viene de un espejo mucho más antiguo. El de la temporalidad, el de una economía vinculada a la estacionalización del sector turístico por norma general, el de una gentrificación masiva en las ciudades que no fomenta el acceso a vivienda en sus corazones urbanos, el de un fomento investigador que ni está ni se le espera, y el del desánimo constante que provoca saberse las generaciones mejor preparadas de la historia sin tener opción de demostrarlo.

    Esa especie de sensación común que hemos asumido como normal de que, si tienes un trabajo, debes dar las gracias. Un deber moral de agradecimiento y, también, un coladero de precariedad.

    25 feb 2021 / 01:00
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