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Misterios musicales: San Martín Pinario y la Catedral de Santiago

Para ver el monumental monasterio de S. Martín Pinario se necesita un día para recorrerlo, una semana para disfrutarlo y a algunos ni les llegaría su mes de vacaciones.

Se debe a su dilatada historia y a los usos a que fue destinado desde el medievo. Esa evolución se refleja en abundantes publicaciones o acudiendo a su Museo.

Como Seminario Mayor comenzó a funcionar en 1868 arrastrando las penurias sufridas desde fines del s. XVIII y parte del XIX.

Sus veladas literario-musicales eran muy apreciadas y se hacían a semejanza de otras. Entre sus muros trabajó el canónigo compostelano Santiago Tafall Abad (1858-1930), que merece atención especial por muchas causas.

La música religiosa estaba contaminada por la ópera y la zarzuela. El canto sacro, nacido para la liturgia, había perdido parte de su sentido y se iba deformando pese a los intentos de reconducirlo a sus orígenes.

Tafall, con brillante carrera como músico civil, siendo ya sacerdote, se dedicó a su reforma. Participó en congresos, investigó y publicó sobre el canto gregoriano, impulsó el retorno a la polifonía clásica, mantuvo correspondencia y amistad con músicos teóricos/prácticos españoles (Pedrell, Eslava). Y también con Juan Montes, en pro de escudriñar los orígenes de la música gallega y conectarla con la música popular del XIX.

Ese afán reformista está en la línea del movimiento del cecilianismo europeo, surgido en Alemania, al que se sumaron otros países. España, aunque a su ritmo por su pasado y divergencias y dilaciones de algunos, también participó en él. No fue liderado por músicos eclesiásticos, sino por compositores de música escénica y de cámara, profesores y algunos maestros de capilla.

Se montó a nivel nacional un totum revolutum descomunal. Casi nadie estaba contento con la música que teníamos, viciada por la italiana en el s. XVIII y por la germana y francesa en el XIX. Se quiso aprovechar el momento para enfatizar nuestro pasado musical hispano, cuantioso y valioso, pero apenas conocido. Y lo peor: el país tenía un pésimo nivel musical, por la escasez de personal bien formado y lo mal retribuido que estaba ser músico.

Arrancó el debate, pero se elevó a tales cotas que hoy hay literatura para decodificar y sopesar por los siglos de los siglos.

Tafall, como docente, compositor y musicógrafo tuvo que lidiar en esferas hostiles y también consigo mismo. Inclinado hacia la música orquestal (de la que queda muestra en la catedral y en el seminario) y al canto único de varones, acató lo contrario para dejar patente las directrices de Roma, promulgadas en 1903. Con todo, en 1916 su última obra está orquestada.

Intentó esclarecer cuál era el verdadero canto gregoriano, el no corrompido. Queda como testimonio su Tratado de canto gregoriano y mixto, conforme a los trabajos de restauración, recientemente emprendidos para la interpretación de las melodías litúrgicas (1891) donde preludia lo que se avecina a comienzos del s.XX.

Como músico vinculado a la catedral acometió la depuración del archivo musical. Prohibió parte del repertorio orquestal, incluido el suyo, aunque con alguna excepción/concesión por ser templo de peregrinación donde la música tenía que mantener unos mínimos para acoger a peregrinos y otros notables visitantes. Su trabajo La capilla de música de la catedral de Santiago. Notas históricas, editado como Discurso que D. Santiago Tafall Abad tenía escrito y dispuesto para su recepción como Académico de Número (1931) es clave para la historia de la música en Santiago. El recuento y comentarios que hizo de la música catedralicia, evidencian su gusto estético y basto conocimiento.

A propósito del cecilianismo en Santiago, ¿saben que el fundador y director de la revista Cecilia, durante 50 años, fue John Singerberger (Suiza, 1848-Wisconsin, 1933)? Es un enigma de hombre. Apenas hay referencias a su labor, salvo frases repetidas y otras no confrontadas. Fue compositor de piezas sacras y un maestro recordado por muchos, según dicen las crónicas, en Europa y en América, donde mantuvo su actividad con el mismo o mayor ahínco.

¿Cómo, desde cuándo y por qué la catedral de Santiago conserva tres de sus obras? La única completa es la Missa in honorem S. Caeciliae de 1900, editada por la reputada y controvertida Editorial Pustet de Ratisbona, imprenta oficial de la Santa Sede. ¡Y no aparece catalogada en ningún otro lugar!, que se sepa.

¿Tuvieron conexión Tafall y Singerberger? ¿Por qué Tafall no dedicó ni una fusa a la patrona de los músicos? ¿No existía devoción en la catedral, en el seminario ni en otra iglesia o parroquia cercanas?

Son misterios sobre el cecilianismo en Compostela llamados a ser resueltos para dilucidar su pasado.

¡San Martiño óbranos un milagro!

11 nov 2021 / 01:00
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