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‘Morderse la lengua’, un libro que no se la muerde

    ME estoy refiriendo al reciente libro de Darío Villanueva así titulado (Barcelona, Editorial Planeta, 2021). Un libro un tanto paradójico, porque comienza por aclarar al lector que morderse la lengua significa según el Diccionario de la Real Academia “contenerse en hablar, callando con alguna violencia lo que quisiera decir” y después denuncia con lengua suelta, aunque con elegancia y sentido del humor, los ataques a la verdad y a la racionalidad en la sociedad actual desde el lenguaje o en relación con él. Lo que llama corrección política y posverdad.

    El libro puede ser leído desde muchas facetas. Yo me limitaré a un comentario desde la perspectiva de la filosofía, porque el autor alude con frecuencia, como trasfondo, al pensamiento débil y a una sociedad sin principios (morales).

    Que Internet y las redes sociales posibiliten a todos hacer públicas sus opiniones es un hecho nuevo en la historia. En principio habría que felicitarse por ello porque posibilita a todos participar en el ágora, pero a la vez tiene consecuencias preocupantes. Eso de publicar y de formar la opinión pública había sido hasta ahora papel de la Intelectualidad (Inteligentsia ) y a través de cauces que más o menos se autocontrolaban. Formaban opinión la Religión, la Escuela, los pensadores y moralistas, la Universidad, y lo hacían sobre la base de sistemas de ideas. Los medios de que se servían eran la tribuna y el púlpito, así como la prensa y las empresas editoriales, entes no concordes pero que se sabían responsables y más o menos se autocontrolaban para no salirse de “madre”. Entre otras razones, incluso porque publicar tenía algún coste económico.

    McLuhan había puesto en guardia a la Galaxia Gutenberg –la del libro y la prensa– contra la “Galaxia eléctrica” (la radio, la televisión) que entonces (Años Sesenta) se estaba imponiendo Ahora se está imponiendo a ésta Internet a la que alguien llamó la Galaxia Digital, Igual que se ha democratizado el voto en las elecciones, las puertas de lo público están abiertas a cualquiera y sin casi pagar un céntimo.

    Nadie sensato va a lamentar la llegada de la comunicación digital pero toda novedad trae consigo riesgos para una sociedad que fue resultado feliz de muchos siglos de avance en racionalidad y valores morales. De ahí el interés libros como éste que nos hacen conscientes de hechos que están ocurriendo a nuestro lado y no nos damos cuenta por falta de nombre.

    Igual que Monstesquieu en las Cartas Persas retrataba la sociedad francesa de su tiempo hablando literalmente de la sociedad persa, en los capítulos iniciales Darío Villanueva toma los datos y muestras de la sociedad norteamericana, que conoce bien por sus estancias académicas en aquel país y, prudentemente, deja al lector las aplicaciones a la sociedad española. Pasando las páginas, uno va enterándose de este nuevo vocabulario. La corrección política viene a ser una censura de la sociedad civil para desacreditar cuanto desagrade al grupo censor. La posverdad (post-truth) consiste en sustituir la verdad por la versión que interesa que el interlocutor crea. Troles son “individuos de identidad desconocida que publican mensajes mendaces para provocar escándalo en el seno de una comunidad en línea” (pág. 205): Los fakes news serían nuestros “bulos”. Y aún habría que mencionar la emoticracia.

    Por mi parte añadiría que tal como se usan hoy palabras como, por ejemplo, fascista, machista o comunista que ya han perdido todo significado. Son insultos, meros flatus vocis, “gestos orales” más que palabras.

    Por supuesto, no venimos de una sociedad angelical. Siempre hubo demagogia, mentira, manipulación por parte del poder económico y político, panfletos, hasta el humilde pasquín barriobajero y la “pintada” con nocturnidad y alevosía. Pero la sociedad controlaba eso lo bastante para que los hechos no destruyesen los principios. ¿Seguirá pasando lo mismo en la época de la comunicación digital? Siempre se dijo aquello de “a la misma hora salen de sus casas respectivas un listo y un tonto: si se encuentran hay negocio”. Ahora no necesitan salir a la calle.

    Villanueva apunta certeramente a que esta perversión del lenguaje, junto con el multiculturalismo, el pensamiento débil y la postmodernidad que se burla de los “largos relatos” (de la religión y de la filosofía) conduzca a una sociedad “líquida”. Por tal designa una sociedad sin principios, sin suelo sólido, donde todo es igual y todo vale si sirve a determinados intereses.

    Hacia la mitad del libro, el autor se atreve con las que llama “posverdades nuestras” y deja de morderse la lengua para denunciar las que llama patrañas históricas del independentismo catalán, desde el mantra España nos roba, hasta hacer catalanes a Colón, Santa Teresa de Jesús y una larga lista.

    Caso especial de corrección política son los intentos de grupos feministas de que se rehagan las lenguas para liberarlas de machismo y misoginia. En concreto, para eliminar el morfema O, indicador del género masculino, pero considerado machista.

    Como filólogo y director que fue de la Real Academia, el autor tiene que defender la lengua, pero lo hace prefiriendo el buen humor a la burla profesoral. Una feminista explica que el género masculino fue una decisión tomada en una asamblea de varones para invisibilizar a la mujer, porque “quien no tiene nombre no existe”. Nuestro filólogo se limita a pedirle a la feminista información sobre dónde se tomó ese acuerdo, en qué fecha, quienes estaban presentes. Yo preguntaría si se comprobó que había quórum.

    Por lo demás propuestas de ese tipo las habrá siempre. Las mismas gentes que aceptan sin rechistar el sistema decimal, el sistema atómico-molecular, el sistema de pesos y medidas, la tabla periódica de elementos y tantos otros sistemas, no comprenden que también el lenguaje mismo es un sistema, aunque de otro tipo, y que cada lengua, a su vez, otro sistema donde variar un elemento trae consigo un “efecto mariposa”. Sólo lingüistas y filólogos tienen saber y capacidad para modificar detalles sin destruir el sistema.

    Hacia el final del libro, el autor lanza la tesis de que “estamos s en la “Galaxia Post” y pasa revista a la serie de los Pos (Después) que encuentra en el mercado: posmodernidad, poshumanismo, posdemocracia. poslengua. El filólogo, nunca oculto del todo, reaparece para denunciar la “falta de respeto a nuestra lengua” por los anuncios en inglés. Los Black Friday, el Master chef, el CEO ( chief executive officer) en lugar de“ Consejero Delegado”, etcétera.

    Con buena lógica el último capítulo va dedicado a relacionar las perversiones del lenguaje que ha venido denunciando con las distopías o contrautopías que en el siglo pasado anunciaron cuál sería el futuro de la humanidad si no se paran a tiempo ciertas tendencias suicidas. Entre ellas, la neolengua que se usaría en “1984” de Orwell. Aquel régimen en que para impedir que nadie demande libertad se suprimiría del diccionario tal palabra y donde el Ministerio de la Guerra se llamaría Ministerio de la Paz y el Ministerio de Propaganda, Ministerio de la Verdad.

    Imposible dar cuenta aquí de un libro que toca tantos temas y rebosa alusiones, ironías, matices y guiños. Un libro inteligente, oportuno y liberador porque nos da argumentos para defender la verdad frente a posverdades, corrección política y neolingua. Siendo yo filósofo, aunque de la “Orden de los Mínimos”, se disculpará que aproveche la ocasión para denunciar también “el pensamiento único”, ése que si no estamos de acuerdo con él tenemos que dar las razones del desacuerdo y bueno es si, al hacerlo, no nos linchan socialmente.

    Después de esta algarabía de “Pos”(Después) ¿terminará la civilización en el Babel de una sociedad líquida, sin principios, donde todo vale si es útil? No, si como hace este libro, protegemos la luz de aquel faro que los griegos llamaron logos y los Ilustrados razón.

    09 may 2021 / 01:00
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