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Ni cuando truena

    SI no fuera porque la mentira tiene las patas cortas, más cuando se hace para presumir de lo que se carece, los españoles tendríamos que prometérnoslas felices por esa repentina concienciación del Gobierno de España respecto de la relevancia de la investigación, ahora que sabemos que la erradicación del coronavirus vendrá, sí o sí, a través de la ciencia; bien desde la vacuna, bien desde el tratamiento antiviral.

    Hasta tres altos cargos socialistas comparecieron en el Congreso –Pedro Sánchez, Pedro Duque y Adriana Lastra– para mostrar su admiración por el I+D español y, a la par, hablarnos de los apoyos que el Gobierno le presta.

    Resulta difícil calificar la des-
    fachatez con que se anuncian esos apoyos cuando la realidad muestra que la inversión pública en I+D en España –con todos los gobiernos– descendió un 5,8 % desde el comienzo de la crisis
    de 2009 frente al incremento del 22 % que registró en la UE, configurando lo que la Fundación Cotec para la Innovación llama década perdida.

    Una diferencia en previsión presupuestaria (el 2,03 % del PIB de la UE y el 1,20 % en España) que en nuestro país tiene el añadido hándicap de su baja tasa de ejecución –en 2017 sólo se gastó uno de cada tres euros, en 2018 no superó el 47 % de lo presupuestado y el pasado año marcó de nuevo, con 2017, la tasa más baja desde 2000–.

    Cuando se aminore el fragor de esta batalla y sea el momento de la reflexión habrá que volver sobre este capítulo del trato que en España se da a la investigación. Pero antes, es también de justicia salir al paso de las mentiras gubernamentales sobre el trato que los investigadores están recibiendo durante el confinamiento a que obliga el virus y que evidencian la improvisación e ignorancia con que esa lucha se acomete desde el mando único.

    El lunes de esa misma semana y antes de esas eufóricas comparecencias oficiales, la directora e investigadora del Máster de Oncología Molecular, Mónica López Barahona, calificaba de “esquizofrénico que por una parte todos miremos a la ciencia para obtener de ella una solución y por otra parte la mayor parte de nuestros investigadores, con excepción de aquellos que tienen líneas de investigación con el covid, estén en sus casas”.

    El asombro de la científica era tanto mayor por cuanto todos esos centros investigadores cerrados disponían de máquinas para realizar los demandados análisis PCR no sólo a los propios investigadores, lo que les facultaría para seguir trabajando, sino para poner esos medios a disposición de las autoridades y de la ciudadanía.

    Una prohibición con graves repercusiones, añadía la doctora, que podría tirar por tierra meses de trabajo con animales o células en campanas de cultivo para hacer frente a enfermedades con índices de mortalidad infinitamente superiores a las del propio covid –del 96 %, en el cáncer de páncreas o del 85 % en el de pulmón– y que siguen ahí, con su plena incidencia.

    El sabio refranero español aconseja acordarse de Santa Bárbara cuando amenaza la tempestad. El Gobierno de Sánchez, en relación con el virus, evidencia que no se acuerda... ni cuando truena.

    10 may 2020 / 22:45
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