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Ni ellos se
lo creen

    LA Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) ha impuesto sanciones por un total de 203,6 millones de euros a seis de los principales grupos de construcción del país, los que usted sabe –Acciona, Dragados, filial de ACS, FCC, Ferrovial, OHLA y Sacyr– por repartirse y manipular durante 25 años miles de concursos públicos por los que se repartían la construcción de las grandes obras públicas licitadas sobre todo por el Ministerio de Transportes, o de Fomento o como quiera que se llamara en cada momento.

    Esto quiere decir ni más ni menos que un grupo de los grandes empresarios de este país, los adalides del capitalismo neoliberal, los que defienden a capa y espada el libre comercio y se quejan en el momento en el que alguien intenta embridar sus excesivos beneficios o les piden que arrimen el hombro con los ciudadanos del común, ni ellos mismos se creen lo que predican. Y pisan la raya de la ley.

    FRANCISCO. Habrá quien piense que el papa Francisco se ha afiliado a Izquierda Unida, que los que le tenían ya como un papa rojo y verde por sus compromisos sociales y con el medio ambiente, por las reprimendas que ha lanzado a sus propios pastores a los que les ha pedido que se mezclen más con sus corderos para protegerlos de los lobos, habrán visto confirmados sus temores. En un mensaje destinado a los jóvenes que participan en la EU Youth Conference les ha dicho que sería conveniente consumir menos carne, porque eso también puede ayudar a salvar el medioambiente.

    Vaya, lo mismo que hace unos meses dijo el ministro de Consumo, Alberto Garzón, que pidió reducir el consumo de carne para rebajar la contaminación y le cayó la del pulpo. Francisco no ha hablado ex cathedra y por tanto sus palabras no gozan del privilegio de la infalibilidad. Lo de Garzón tampoco era una encíclica, pero sí que tenía respaldo científico. Y ahora del papa. Amen.

    RUSOS. Luchar contra la tradición es muy costoso, casi imposible, porque las innovaciones son coyunturales. Es decir, que la ensaladilla rusa seguirá siendo ensaladilla rusa por mucho que el beatífico chef José Andrés, candidato al Nobel de la Paz, quiera cambiarle el nombre por el de ensaladilla tradicional, que sirvió a los mandatarios OTAN. Ni tan siquiera el franquismo consiguió que la ensaladilla rusa fuera ensaladilla nacional como ha contado, entre otros, Pedro de Silva, expresidente asturiano, cuando fue alférez provisional en su época de mili y le tocaba comer el rancho.

    O sea, que ni ensaladilla ucraniana por fastidiar a Putin ni ensalada de Kiev o de Kyiv, para animar a los atacados y porque se trata de un plato que tiene tantas variantes, con un fondo común, como cocineros y cocinillas hay por el mundo. Y si se quiere ya fracasar sin paliativos se puede intentar variar el nombre de los filetes rusos. ¡Por favor! Eso no hay real decreto ni ley orgánica que lo pueda cambiar.

    13 jul 2022 / 01:00
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